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El decepcionante Presupuesto 2018

Guillermo Pattillo Departamento de Economía Universidad de santiago y Observatorio del Gasto Fiscal

Por: Guillermo Pattillo | Publicado: Lunes 16 de octubre de 2017 a las 04:00 hrs.
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El Ejecutivo ha presentado el proyecto de ley de Presupuestos para 2018 al Congreso. Se ha podido conocer así los supuestos fundamentales sobre los que está construido y la expansión de ingresos y gastos que proyecta. Se ha dicho que es austero; no lo es. Que es compatible con un menor déficit fiscal efectivo; poco probable. Que reduce el déficit cíclicamente ajustado de acuerdo con la senda que la autoridad definió para su ajuste; sí, pero a partir de una base mayor a la considerada en el Presupuesto 2017. En breve, se trata de un presupuesto que trata de parecer lo que en realidad no es.

Se asume que la demanda interna crecerá en 2018 en 4,1%. Esto parece muy optimista. De ahí deriva una proyección de crecimiento de los ingresos fiscales de 7,4% respecto de la ejecución de ingresos proyectada para 2017 y de 10,7% respecto de la ley de Presupuesto 2017. La parte más importante de los ingresos fiscales, los ingresos tributarios netos, se presume que crecerían en 8,9% y 9,8% respectivamente. El 97% de los ingresos tributarios netos se originan en la línea “resto de los contribuyentes”, que excluye a la minería; el crecimiento de la recaudación de ellos se estima en 6,9%, con una recaudación de impuesto a la renta que aumentaría 9,3%. Pero las elasticidades de corto plazo que conectan el aumento en las variables macro con la variación de la recaudación no son conocidas y es posible presumir que son relativamente altas.

El gasto, por su parte, crecería 3,9% respecto a la proyección de gasto para 2017 y 4,4% en relación a la ley 2017 (estos porcentajes pasan a 4% y 4,5% si se toma solo el componente presupuestario). Con un PIB que crecerá el próximo año en alrededor de 3%, el gasto fiscal crecería casi un punto más, repitiendo lo que ha sido la estrategia persistente del actual gobierno. En efecto, entre 2014 y 2017, el gasto fiscal habrá crecido en promedio un 5,5% anual; el PIB, por su parte, lo haría en 1,9% (asumiendo 1,7% en 2017). Esto es exactamente lo opuesto a lo que fue la estrategia del gobierno anterior; en el lapso 2010-2013 el gasto fiscal creció a un promedio anual de 4,6% mientras el PIB lo hizo a 5,3%. Estas distintas estrategias tienen efectos fundamentalmente distintos; el desempeño de la economía nacional en uno y otro periodo lo evidencia más allá de cualquier discusión.

Pero no solo es importante el mayor crecimiento del gasto respecto del producto; también lo es que la expansión fiscal para 2018 es solo en gasto corriente, el que crece 4,6%. El gasto de capital, en cambio, apenas aumenta en 0,3%, con la inversión cayendo 1,6%. Sin duda existen muchos proyectos rentables socialmente que vuelven a postergarse por la mayor facilidad relativa de suspender inversiones que de cortar el gasto corriente.

Dados los supuestos optimistas respecto a la recaudación de impuestos de 2018, es altamente probable que el déficit efectivo no sea 1,9% del PIB, como se proyecta en el presupuesto, sino significativamente mayor. Con la información disponible hoy lo estimo en el orden de 2,5% del producto.

Junto al presupuesto, la Dirección de Presupuestos presenta cada año el programa financiero a tres años que la ley le mandata. En esencia este programa reconoce déficits fiscales efectivos para todo el lapso 2019-2021. Pero, además, llama la atención que, si se compara este programa financiero con el del año pasado, los gastos estimados hace un año para 2018, 2019 y 2020 son todos, en términos reales, mayores a los que se incluyen en la proyección de este año. Esto es particularmente llamativo en un entorno de gasto en aumento y de crecientes obligaciones que la actual autoridad está contrayendo vía leyes que significarán compromisos muy relevantes para los gobiernos por venir.

Sin duda, este presupuesto no será una contribución a la coyuntura macro que vive el país y no lo es tampoco a la situación de las finanzas públicas. El menor déficit efectivo proyectado es más un deseo que una realidad y las holguras de mediano plazo una ficción.

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