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El fin de Apoquindo 3000 para salvar el modelo

Eduardo Vergara B. Director Ejecutivo Fundación Chile 21

Por: Eduardo Vergara B. | Publicado: Martes 29 de octubre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Eduardo Vergara B.

El cambio de gabinete fue una señal política insuficiente, pero necesaria. Frente a la mayor crisis que ha enfrentado un gobierno desde el retorno de la democracia y llegando a niveles de desaprobación históricos, al Presidente Piñera no le quedaba otra posibilidad que cambiar su elenco. Y como el cambio de ministros es más bien un símbolo, para lograrlo, el mismo jerarca de Apoquindo 3000 tuvo que dejar ir a los pocos en quienes confiaba. El cambio de gabinete vino a simbolizar el fin de una era que logró que la derecha volviera al poder de forma democrática y que, incluso, lo hiciera dos veces. Este cambio es además la muerte, al menos en lo público, del diseño político de Sebastián Piñera.

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Contrario a lo que vimos durante la primera crisis en el primer período presidencial de Piñera, en esta oportunidad la opción fue optar por un gabinete políticamente débil y que, por medio de gestos, discursos y sonrisas, intentará gestionar la crisis para que nada cambie. Si bien hasta hace poco más de una semana el diseño del gobierno se centraba en profundizar el modelo económico, este nuevo gabinete tiene el claro objetivo de defender lo avanzado e impedir que se retroceda. Por esto mismo, la derecha oficialista inició ya una estrategia por salvar ese modelo y de manera orquestada luchar por mantener la Constitución que tanto les acomoda. Es por eso que este equipo es funcional para ganar tiempo y navegar por dos años para que nada cambie.

Gonzalo Blumel es el único sobreviviente del núcleo de confianza del Presidente y le tocó el mayor desafío. Por un lado, fue el Ministerio del Interior desde donde se articuló la fracasada gota que rebalsó el vaso y gatilló la crisis que se alimentó por la desigualdad. Desde esta cartera es que se articuló una estrategia de orden público que terminó con policías y militares sobrepasados en las calles, e incluso recurriendo a abusos para contener el desorden público y a las masas pacificas por igual. Mientras no muestre capacidad de pedir disculpas por las acciones de policías y militares que terminaron en abusos y violaciones a los DDHH, junto con ofrecer reparación a las victimas, su cartera seguirá recibiendo duros golpes por goteo.

Por otro lado, el nuevo ministro tiene el desafío de seguir haciendo lo que ya demostró hacer bien mientras estuvo a la cabeza de la Secretaría General de la Presidencia: Avanzar casi nada y mantener el status quo con amagues de diálogo y una sonrisa.

Por lo mismo, estamos viendo cómo este diseño deja en claro que la estrategia del gobierno para impedir que se retroceda en el modelo será también la de dividir la discusión en políticas públicas sectoriales. Ese concepto que tanto le gusta a la élite tecnócrata, y que al final termina por diluir la política y los problemas de fondo en discusiones donde la evidencia sólo se toma en cuenta cuando conviene.

Frente a este nuevo diseño, tanto la amplia oposición social como la política deben entender que es necesario unirse en torno a un gran objetivo común: un proceso para una nueva Constitución que garantice mayor igualdad y que tenga como primer paso un plebiscito constituyente. Para esto, debe obligar al gobierno a pronunciarse lo antes posible sobre una nueva carta fundamental sin dejar que continúen administrando la crisis para ganar tiempo y que todo siga igual.

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