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El líder mundial es un dictador

Cecilia Cifuentes Hurtado Directora Centro de Estudios Financieros ESE Business School

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El título de esta columna no se refiere al Presidente de Estados Unidos. Creo que Donald Trump es un problema para los norteamericanos y para el mundo, pero no es un dictador (aunque parece admirar a algunos). Afortunadamente, ese país es una democracia con instituciones sólidas, lo que limita el daño que puede hacer un Presidente narcisista, mal educado y bastante ignorante.

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Sin embargo, uno de los problemas de su impredecible y errático gobierno es que ha cedido el liderazgo mundial al Presidente chino, Xi Jinping, quien se ha autoproclamado como el gran defensor del libre comercio, del cuidado del medioambiente y del multilateralismo en el manejo mundial. Lo cierto es que le ha ido bastante bien en esos objetivos; tan bien, que el mundo parece no percatarse de que estamos frente al dictador de un país comunista.

China no sólo es gobernada por un partido único, sino que además en años recientes ha retrocedido en materia de libertades políticas. Xi Jinping ha logrado modificar la Constitución para poder ser reelegido en forma indefinida, mientras ha ido concentrando el poder en su persona de la misma manera que lo hizo Mao Tse-tung en el pasado. Es cierto que se ha avanzado en materia de libertad económica y que es el sector privado el principal motor de crecimiento, pero las libertades políticas siguen siendo inexistentes, sin que se perciba ninguna voluntad de avanzar en este campo.

Frente a una situación que se percibe cuestionable en materia de derechos humanos, los líderes mundiales y los organismos multilaterales suelen hacer la vista gorda. Se trata de un país que probablemente será la primera economía del mundo en una década, y que ya lo es desde 2013, si medimos el PIB a paridad de poder de compra. Pareciera que pocos se atreven a incomodar a este gigante, principal socio comercial de muchos países del mundo, el nuestro incluido. No se trata sólo de flujos comerciales, también de inversiones crecientes por parte de empresas estatales chinas, que empiezan a involucrar aspectos de geopolítica.

¿De qué tipo de liderazgo mundial estamos hablando? China es un país cuyos ciudadanos no pueden decidir el número de hijos que quieren tener, donde sus habitantes pasan a ser ilegales por el solo hecho de migrar de su lugar de origen, donde las redes sociales están bajo el control del Estado, con muy escasa libertad de prensa y más complejo aún, donde en un futuro cercano todas las personas tendrán una puntuación de acuerdo a su comportamiento, que definirá los beneficios a los que pueden acceder. En materia económica hay mayores libertades, por supuesto, pero estamos hablando de un capitalismo controlado por el Estado, que por décadas se basó en subsidiar al capital en contra del trabajo, lo que ha llevado a un creciente problema de desigualdad, no sólo entre individuos, sino también entre zonas geográficas.

Están ahora intentando cambiar el modelo de desarrollo económico, lo cual parece una política muy razonable, pero que va aparejada con menor crecimiento de tendencia, lo que hace complejo el proceso de ajuste. En definitiva, estamos frente a un escenario mundial de pérdida de influencia de las democracias occidentales, con mayor liderazgo de gobiernos dictatoriales o populistas.

En nuestro plano local, llama la atención que sectores políticos que condenaron fuertemente la falta de libertades políticas durante el gobierno militar, traten con tanta complacencia la situación china. Ahora que el tema de los derechos humanos se ha vuelto a tomar la agenda, un poco más de coherencia al respecto no vendría mal.

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