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El SII y la paradoja del éxito

Vicente Furnaro L. Socio Tax Defense, Profesor Derecho Tributario UDP

Por: Vicente Furnaro L. | Publicado: Miércoles 11 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Vicente Furnaro L.

El Servicio de Impuestos Internos (SII) es un órgano dependiente del Ministerio de Hacienda, y su director un funcionario de exclusiva confianza del Presidente de la República, nombrado según las reglas de Alta Dirección Pública. La independencia del Servicio no es tal: su director puede ser removido en cualquier momento. Por consiguiente, su autonomía o poder decisional es precaria.

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Esto ha transformado al organismo en una herramienta de persecución para el financiamiento político irregular, en caja pagadora de beneficios sociales o en apoyo informático para cruces de datos del Estado, entre muchas otras tareas que se le han asignado en los últimos años. Dichas funciones, ajenas a las competencias que dispone su propia Ley Orgánica y a sus fines esenciales de facilitación y fiscalización del cumplimiento tributario, han traído una visión creciente e injusta del SII como un arma de trinchera política, que piensa, opina y desarrolla sus facultades a merced de los intereses y necesidades de la autoridad administrativa de turno.

Es lamentable para una enorme y señera institución pública, reconocida mundialmente como pionera en la digitalización del cumplimiento tributario; valorada en Chile con el Premio a la Excelencia en Gestión Institucional e Innovación Tecnológica una y otra vez; y premiada a nivel internacional por ONU, OECD y otros.

Una entidad independiente y técnica, responsable y certera, facilitadora de la carrera funcionaria y férrea defensora de los intereses fiscales, cuyas fortalezas fueron mañosamente utilizadas para extralimitar sus funciones técnicas. El SII se ha convertido en una víctima de la “paradoja del éxito”: sus logros podrían conducir a su propia destrucción.

La sobreutilización, el evidente desvío de su core business y el intento de manipulación para fines o intereses políticos lo han llevado a un escenario crítico en que se cuestionan sus acciones, interpretaciones o decisiones, bajo una lupa que no se respalda en un examen técnico, sino sólo en la evidencia del tiempo reciente. Está permanentemente bajo sospecha, con funcionarios excedidos laboralmente, perdiendo oportunidad y eficacia de su rol fiscalizador, y lo más preocupante, alimentando una innecesaria y creciente sensación pública de trato desigual y abuso.

Parece urgente sumarse a la tendencia mundial y reducir la discrecionalidad del Ejecutivo para remover a altos funcionarios cuyos cargos están expuestos a presiones políticas. Quien dirige el Servicio de Rentas Internas de EEUU (IRS) es inamovible durante su período (de cinco años, salvo, claro, en casos de notable abandono de deberes o actos ilícitos), y para su remoción deben intervenir el Senado o los Tribunales de Justicia.

En Chile, llama la atención que esta limitación se introdujera a funcionarios como los integrantes del Consejo Nacional de Televisión, del Consejo para la Transparencia y del Instituto Nacional de Derechos Humanos u otros, y no para la autoridad tributaria.

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