El valor del empresariado

Hace unas semanas asistí a un evento organizado por Ernst & Young y El Mercurio, para premiar al empresario y emprendedor más destacados de 2015. Mientras Luis Enrique Yarur, presidente del BCI, y Gonzalo Bofill, presidente de Carozzi, recibían sus galardones al empresario y emprendedor 2015, respectivamente, pensaba en la inmensa importancia de esta actividad en el mundo y, en paralelo, la paradoja del deterioro de su imagen, del cuestionamiento de sus valores, del desprestigio del que es objeto en ciertos círculos de nuestro país.

Me parece esto una grave injusticia, porque detrás de todo progreso humano registrado en la historia hay un empresario o emprendedor, verdaderos motores del desarrollo. Una sociedad sana no criminaliza el lucro ni se agobia con las ganancias ajenas, porque entiende que son el justo incentivo a la innovación.

El más utilizado y exitoso software para computadores personales en el mundo, obra de Bill Gates; el iMac, iPod, iPhone… Apple, en definitiva, y Steve Jobs; el comercio electrónico, con Amazon y Jeff Bezos; Google, de Larry Page y Sergey Brin; Mark Zuckerberg, con Facebook, que cambió nuestra forma de relacionarnos; Sam Walton, con Walmart y sus casi 12.000 tiendas… Más atrás en el tiempo figuran Thomas Edison, Karl Benz, Henry Ford, Arthur Davidson, Lévi-Strauss, por nombrar algunos. Las dinámicas creadas por empresarios y emprendedores han generado las condiciones para que el mundo sea cada vez un lugar mejor, con más bienestar y mejor calidad de vida. No pocas veces, mostrando actitudes casi heroicas, asumiendo grandes riesgos personales y poniendo en juego su prestigio para hacer realidad sus sueños, encontraron soluciones, y lograron satisfacer necesidades.

¿Cuántos emprendimientos exitosos que hayan significado “un antes y un después” en la humanidad emergieron de una comisión público-privada, organizada, al alero de un ministerio, en algún lugar del mundo? Me temo que ninguno. Es verdad que en este sector también la historia muestra muchos casos de abuso en distintas formas, y que ha utilizado su poder económico para obtener importantes rendimientos políticos a través de la historia. Verdaderamente, nadie está libre de pecado, pero sumando y restando, no tengo dudas de que empresarios y emprendedores tienen muchos más activos que pasivos, más metas cumplidas que por cumplir; de lo contrario, en el caso de nuestro país, no estaríamos más cerca que hace 20 o 40 años de convertirnos en una nación desarrollada. Esto es algo que no todos los sectores de la sociedad pueden reclamar, ni menos demostrar.