Columnistas

En búsqueda del esquivo equilibrio

Soledad Neumann

  • T+
  • T-

Compartir

“El programa cristiano se diferencia tanto de quienes quieren defender a ultranza el orden existente como de aquellos que quieren simplemente acabar totalmente con él”, afirmaba San Alberto Hurtado en 1946, época de post guerra, crisis, reordenamiento mundial.

Hoy también vivimos una etapa de transformación que nos tiene a la expectativa. Se hace necesario dejar de lado el activismo incesante para reflexionar hacia dónde vamos y si tendremos alguna injerencia en el desenlace de esta trama.

Hoy como ayer, la Iglesia nos da luces para encauzar estos cambios. Los mensajes del Papa Francisco, que han captado la atención del mundo, no difieren de la enseñanza social de los últimos dos siglos. Enseñanza que tomó la Conferencia Episcopal cuando en 2010 publicó la carta pastoral que nos llamó con urgencia a humanizar el desarrollo y a compartirlo con equidad. Enseñanza que hace 70 años hizo suya Alberto Hurtado cuando advirtió que en un mundo excesivamente pragmático (¡qué diría del actual!), el ejemplo y testimonio tenía que ser de una pieza. Coherencia total. No contentarse con cumplir con mínimos, ir mucho más allá, apuntar al máximo.

El “efecto Francisco” es una consecuencia de su coherencia de estilo, palabras y acción. En Evangelii Gaudium el Pontífice denuncia duramente la exclusión y la inequidad, sindicando a esta última como “la raíz de todos los males sociales”, sobre todo de la violencia. Y tiene razón. No es un invento suyo o de nuestros obispos lo grave de la situación. Sería tapar el sol con un dedo no reconocer que el desarrollo no se ha dado con equidad y que lo que hoy vivimos es consecuencia de ello, en gran parte. La inequidad está en el centro del debate, en las páginas de los diarios, en las consignas de movimientos sociales y sustentando las reformas.

El modelo económico y de empresa ha hecho mucho bien y ha permitido un progreso inimaginable desde hace décadas. El modelo no es el villano, pero dentro de éste operan agentes que no siempre tienen la ética como bandera. También lo denunció Juan Pablo II y Benedicto XVI. La actividad económica y empresarial es esencialmente moral, sino, se desdibuja y se termina haciendo una caricatura de ella.

Para dar respuesta efectiva a los desafíos que tenemos, es necesario que el mundo político, privado y la sociedad civil dialoguen y trabajen en conjunto sin hacerse zancadillas mutuas, sino que potenciándose. Cuando ello no ocurre, las peores consecuencias de esta falta de unidad y de altura de miras las pagan los más vulnerables de nuestra sociedad. Por ello, los líderes empresariales deben involucrarse en la definición de hombre, sociedad y bien común que hoy se construye, sin dejarla sólo al mundo político o académico-humanista, y sin temor a incorporar la dimensión trascendente al debate, pues sólo así podemos apuntar a un desarrollo integral.

Lo más leído