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En todos lados se cuecen habas

Gonzalo Said Presidente de FGE

Por: Gonzalo Said | Publicado: Viernes 26 de noviembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Gonzalo Said

Las elecciones tienen la virtud de representar la voluntad y las características de los votantes.

Es fácil asociar los mandatos políticos a la búsqueda de igualdad, justicia, progreso o cuidado del medio ambiente. Sin embargo, los procesos eleccionarios también reflejan ciertas tendencias de la sociedad que preferiríamos erradicar, como el prejuicio, el ideologismo extremo o el exceso de individualismo, entre muchos otros.

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Pero quizás lo más doloroso sea la falta de integridad de los que aspiran a resolver los problemas de la ciudadanía. Una candidata a senadora, que según las encuestas -ahora confiables, después de sus certeras proyecciones- tenía todas las opciones de ser elegida y convertirse en primera mayoría, se vio envuelta en un escándalo de uso irregular de fondos fiscales en la campaña previa por la gobernación de la Región Metropolitana. ¿Resultado? Luego de la conmoción política y de que su sector le quitara el apoyo a días de la elección, terminó quedándose fuera del Senado.

Otro candidato, esta vez con aspiraciones presidenciales, hizo campaña en forma completamente telemática por la sencilla razón de que, si pisaba el territorio nacional, debía ser detenido por deudas asociadas a la pensión alimenticia de sus hijos. Pese a que no logró pasar a segunda vuelta, terminó sorpresivamente la elección presidencial en tercer lugar, desplazando al cuarto y quinto puesto a los dos sectores que lideraron la política en los últimos 30 años.

Lamentablemente, la falta de integridad es inherente a la imperfección humana. Los escándalos del mundo privado que han sido condenados -y con mucha razón- por el mundo político, han representado una severa sanción social a los que han incurrido en estas malas prácticas y han provocado mayores niveles de control y sanción en el accionar de las empresas.

La misma rigurosidad debemos aplicar a quienes aspiran a liderar el país en cargos de representación popular. Sería inaceptable que el castigo político recibido por la candidata a senadora haya tenido un origen puramente electoral, y ahora sus mismos verdugos hagan la vista gorda con los gruesos errores del excandidato presidencial solo porque necesitan el apoyo de sus votantes para ganar la elección.

Como ciudadanos no podemos tener medias tintas para condenar acciones que riñen con la ética. Tal como dejamos de comprar productos de empresas que han tenido malas prácticas, debemos dejar de votar por aquellos que no alcanzan estándares mínimos en materia de integridad.

En el pasado las habas eran un alimento de familias humildes, que además se usaba para alimentar animales, por lo que con el tiempo el popular refrán se usó para identificar algo que no estaba bien. Es cierto, en todos lados se cuecen habas, tanto en el sector privado como en el público. Por lo mismo, la condena social tiene que ser equivalente cuando se transgrede la integridad, venga de donde venga, sin importar si por hacerlo se pierde una elección o el valor de una empresa.

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