Fernando Barros

¿Salvando las empresas?L

Por: Fernando Barros | Publicado: Miércoles 7 de octubre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Una fábula oriental nos cuenta de un mono que, desde la copa de los árboles, divisó una laguna y al acercarse pudo ver a un animal, desconocido para él, desplazándose en el agua sin rumbo, girando sobre si y que no salía a respirar. Cierto de prestar un valioso servicio al necesitado el mono se lanzó al agua, agarró al resbaloso animal y lo sacó a la superficie abrazándolo fuertemente hasta que poco a poco se tranquilizó y quedó dormido, para siempre, en brazos de su salvador.

Nuestras autoridades del mercado de capitales, al igual que en la fábula, han decidido lanzarse al salvataje de las corporaciones, sus accionistas, proveedores, clientes y la sociedad toda. A los ojos de los académicos y funcionarios del aparato estatal (muchos de los cuales comparten el no haber conocido la actividad empresarial y el arte y dificultades del gobierno de la empresa), las sociedades chilenas requieren ser rescatadas e intervenidas en su gestión corporativa.

En un año marcado por la reforma de la reforma tributaria, la reforma laboral, la nueva Constitución Política, las platas políticas, etc., el mercado no le prestó mayor atención a la sustitución de la Norma 341 de 2012, que estableció la obligación de establecer políticas y prácticas de gobierno corporativo a las sociedades anónimas abiertas y que alcanzó a regir dos años.

La nueva Norma de Carácter General 385 de junio último va mucho más allá que su antecesora y establece 98 parámetros que la autoridad estima “deseable” que las sociedades apliquen y que el directorio deberá establecer y revisar permanentemente y a lo menos anual o trimestralmente. La no incorporación de los estándares deberá ser justificada y esa negativa o la insuficiente aplicación de éstos podrá derivar en un estándar de responsabilidad distinto y superior al establecido en la ley.

La normativa no se ocupa de la buena administración de los recursos, las mejoras productivas, el compromiso con la investigación, la búsqueda de eficiencias productivas. Ni siquiera de las relaciones al interior de la empresa y la capacitación de las personas, olvidando la finalidad esencial de la empresa de prestar mejores servicios u ofrecer productos de calidad a la comunidad y obtener una mejor rentabilidad para los accionistas.

Resulta, por ejemplo, difícil entender la lógica y el realismo de establecer como aspectos prioritarios del directorio materias que corresponden al ámbito de las gerencias, o que en muchas empresas resulta imposible de cumplir, como el estándar de visitar periódicamente las distintas dependencias e instalaciones de la empresa para conocer su estado, las mejoras que proponen los responsables y las preocupaciones de quienes se desempeñan en ellas. ¿Qué ocurrió que en dos años se multiplicó el número de reuniones “deseables” con los auditores? ¿Qué lleva a establecer, por parejo, para todo tipo de sociedades, reuniones trimestrales de sus instancias de control de gestión, sustentabilidad, responsabilidad social, contratación casi forzosa de asesores externos que evalúen y validen la auto evaluación del directorio? Lamentablemente, sigue un largo etc.

La visión basada en enfoques teóricos y, en muchos aspectos, ajenos a la realidad corporativa, ha llevado a imponer un formulario de presuntas buenas prácticas, que en caso de ser aplicadas en su integridad o en un número significativo, implicará adoptar un verdadero enjambre normativo y de organización que significará un enorme e inútil recargo administrativo, incremento de costos y elevación de los riesgos legales para las empresas y sus administradores.

La inquietud más profunda la asociamos a la duda sobre si estas mejores prácticas son deseables por sí mismas, si ellas vienen avaladas por su implementación exitosa en países de mejor suerte, ¿por qué deben ser inducidas utilizando el poder normativo (y, sospechamos, sancionatorio en el futuro) de la autoridad del mercado de valores nacional? ¿Por qué las personas, ejerciendo su libertad, no pueden ser capaces de encontrar el camino, sino que la autoridad debe imponerles lo que es bueno?

En este punto recordamos el pez de la fábula y su salvador. Es de esperar que en algún momento se entienda que lo crucial es fomentar la preocupación por la marcha de los negocios sociales, la gestión estratégica y creación de valor de largo plazo, y el apoyo a la administración, sus trabajadores y accionistas, siempre respetando la autonomía. Y que el mono observe en paz, protegiendo al pez de sus depredadores, y no de su propia libertad.

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