Guillermo Tagle

Campaña del “NO” y la alegría que viene

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Viernes 22 de marzo de 2013 a las 05:00 hrs.
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La película chilena NO, dirigida por Pablo Larraín y que logró un reconocimiento récord en la industria del cine latinoamericano, ha permitido a muchos chilenos, entender mejor nuestra historia y reflexionar con la perspectiva del tiempo, cuánto ha cambiado Chile. También permite algunas reflexiones respecto del foco con que deberíamos mirar el futuro, si queremos dar un nuevo salto de progreso social. Volver a duplicar los estándares y calidad de vida en los próximos 20 años, así como ocurrió en los pasados 20.

Para muchos, que disfrutamos del cine como una experiencia principalmente de entretención y distracción, ver una película que recordara y resaltara el clima de tensión y división que se vivía en Chile en los años 80, no era un panorama que se pudiese considerar motivante. Llegué a verla por descarte o simplemente, porque se presentó la oportunidad. Sin embargo, fue notable descubrir en la historia relatada, fundamentada con gran cantidad de documentos reales de nuestra historia, cómo una estrategia bien diseñada y tal vez no muy bienvenida inicialmente por los dirigentes que debía representar, logró cambiar tan profunda y radicalmente la historia de nuestra querida Patria. Cambiar desde una estrategia de denuncia y reclamación, a una estrategia de proyección futura de bienestar, alegría y optimismo, no sólo permitió a la Concertación llegar al poder, si no que también permitió que, una vez en el Gobierno, pudiesen poner mucho mayor énfasis en la proyección de futuro, en el sueño de construir un país mejor y menos en “vengar” sufrimientos o volver al pasado.

Mirar esta historia más de 20 años después, viendo todo lo que ha progresado Chile, la posición de liderazgo indiscutido que tiene hoy en América Latina, permite reflexionar y pensar respecto de cómo podemos repetir la historia, cómo podemos provocar un nuevo salto de progreso, que nos convierta definitivamente en un país desarrollado, social y económicamente justo, donde prime la alegría, la sana convivencia y la paz. La clave en el año 1988 estuvo (por lo que se concluye del film) en dar vuelta el sentimiento de venganza, convencer a la dirigencia de la época que si se quedaban “pegados” en el pasado, si sólo querían mirar atrás, no sólo no ganarían la elección, si no que tampoco lograrían hacer una contribución positiva para Chile.

¿Porqué puede ser relevante hoy volver a hacer un ejercicio similar? Estamos nuevamente en un año de elecciones, estamos a punto de enfrentarnos a un “bombardeo” de programas, debates y discusiones respecto del pasado y futuro de nuestra Patria. Las cifras duras nos muestran hoy un Chile que no puede estar mejor. El avance logrado por el actual Gobierno, en prácticamente cualquier ámbito objetivamente cuantificable, es definitivamente superior a cualquier escenario que pudiésemos haber proyectado durante la campaña electoral de 2009. A pesar de ello, estamos lejos de considerar la tarea del progreso, como “terminada”. Chile puede y debe soñar con nuevos 20 años de avance, que permitan a los hijos y nietos de la generación actual, tener mejores condiciones de vida. Igualdad de oportunidades, mejor acceso y satisfacción de necesidades fundamentales como educación, salud y previsión.

Efectivamente, en Chile hoy se logra satisfacer en buena medida una primera barrera de necesidades básicas, tales como comida y abrigo. Cuando estamos por superar el umbral de los US$20 mil per cápita, efectivamente los sueños y necesidades de esa generación masiva de votantes que no se motiva a votar, se podría denominar “necesidades 2.0”. Todos quieren acceder a salud, previsión y educación de calidad internacional. Todos quieren poder vivir en una casa bonita, ser tratados con justicia, y ver respetar sus derechos. El desafío para quienes aspiran a liderar nuestra Patria, es lograr un cambio de foco tal como el que ocurrió con la campaña del “NO”. Con el fundamento de la fortaleza económica que Chile tiene hoy, hay que proyectar el futuro, precisar los sueños que quisiéramos lograr y ponerse a trabajar tirando pa’lante. El candidato que logre provocar este cambio, que logre encantar a los desencantados, alegrar a los “indignados”, con una mirada optimista y positiva respecto del futuro (tal como se logró en la campaña del “NO”), que no pretenda “vengarse” de las injusticias y desigualdades sufridas en el pasado, debería ser nuestro candidato ganador.

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