Guillermo Tagle

Crecimiento económico:antídoto para la desigualdad

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Por: Guillermo Tagle | Publicado: Lunes 22 de septiembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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El historiador inglés Niall Ferguson, en su reciente visita a Chile, lo dijo fuerte y claro: la materia prima básica y fundamental para mejorar la calidad de vida de los pueblos, especialmente de los más pobres, es crecer. Abunda la evidencia empírica que demuestra cómo los países emergentes han logrado reducir la brecha con el mundo desarrollado, cuando las tasas de crecimiento son atractivas, mayores a los promedios históricos. 


El semanario The Economist, en una de sus ediciones de este mes, destaca un extenso análisis respecto de cómo el período 2000-2009, cuando el mundo emergente sostuvo una brecha en la tasa de crecimiento respecto de los países desarrollados de más de 4% promedio anual, la diferencia de estándar de vida entre los países ricos y pobres se redujo como nunca antes en la historia de la humanidad. Entre las cifras que impresionan del análisis presentado se indica que el porcentaje de la población del mundo emergente que vive en estado de pobreza, se redujo de 30% a 10% en 9 años. Que si el mundo emergente pudiese sostener ese diferencial de crecimiento en tasa anual promedio con el mundo desarrollado por una generación (aprox 40 años), el mundo emergente alcanzaría un nivel de vida promedio similar al que hoy tiene la población de EEUU.

Esta esperanza tan promisoria que empezamos a tener durante la primera década de este siglo, se empieza a desvanecer a partir del año 2008, donde la diferencia de crecimiento entre emergentes y desarrollados se redujo a tan sólo 1,1% (excl. China), en cuyo caso, de mantenerse el diferencial en ese nivel, la convergencia entre países ricos y pobres tomaría un siglo. Por último, el problema mayor que enfrentamos hoy es que con la desaceleración económica que se produjo en el mundo emergente a partir del año 2013, donde la brecha de crecimiento entre países emergentes y desarrollados fue de tan sólo 0,4%, hace que la convergencia en nivel de ingreso medio entre países ricos y pobres se mantenga por más de 300 años.

En momentos en que Chile enfrenta una fuerte desaceleración económica, donde las proyecciones de crecimiento para este año y el próximo se han debido revisar a la baja repetidas veces, tanto por analistas como por las autoridades económicas, es importante volver a poner el desafío del crecimiento en la primera línea de objetivos y preocupación de las políticas públicas y de Estado. Estamos viviendo el primer año de un nuevo gobierno que, contrario a los argumentos y preocupaciones ya señaladas, decidió plantearse como meta principal y aún a costa de afectar el dinamismo económico, hacer de Chile un país más equitativo, más justo e igualitario. En muchas de las iniciativas que se han propuesto en lo corrido de 2014 ha sido clara la prioridad de igualdad por sobre crecimiento. Ha sido fuerte la señal de voluntad y compromiso por nivelar la cancha, aun cuando en este proceso el nivel de todos pueda quedar más abajo. Es lo que ha generado preocupación e incertidumbre en el mundo privado, haciendo que el efecto de la desaceleración económica experimentada por la economía internacional haya incrementado sus efectos en nuestra economía local.

Cuando en Chile se acaba de aprobar una profunda Reforma Tributaria, que mediante un aumento significativo de impuestos espera disponer de recursos para financiar una reforma a la educación y espera avanzar en el propósito de aumentar la igualdad, cobrando más a los que tienen más por vivir y trabajar en Chile, se puede considerar que ya se ha dado un paso importante en la búsqueda del objetivo de equidad.

Dado que objetivamente el incremento en la magnitud y complejidad del nuevo sistema tributario que a partir de ahora nos gobierna afectará negativamente los incentivos para invertir y crecer, si queremos que Chile vuelva a crecer y que no caigamos en un letargo de inversión, será necesario ser mucho más creativo y novedoso en la definición de políticas y acciones pro crecimiento, que contrapesen el efecto negativo que el incremento tributario naturalmente produce. No será factible lograrlo sólo con llamados a la colaboración y a la cooperación público-privada.

El mundo empresarial es racional y apolítico. Cuando ve oportunidades y un ambiente propicio, se apresura a invertir y crecer sin dudarlo. Como hoy el capital y el emprendimiento son recursos universales y móviles, si el ambiente y las políticas son realmente pro crecimiento e inversión, no sólo serán empresarios chilenos si no de todo el mundo los que podrían hacer que Chile vuelva al liderazgo en crecimiento e inversión en la región. Con convicción y compromiso es posible lograrlo, pero para ello es necesario un cambio real en el mensaje que se ha venido escuchando este año, hasta ahora.

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