Guillermo Tagle

Ética empresarial y educación universitaria

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Miércoles 29 de abril de 2015 a las 04:00 hrs.
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Frente a la sucesión de "escándalos" y acusaciones de conductas impropias, falta de probidad, financiamiento a la política, fraudes bursátiles, uso indebido de artimañas tributarias para financiar la política, especulación inmobiliaria, etc., etc., la ciudadanía está confundida, no puede distinguir la gravedad de un hecho versus otro. No sabe si es lo mismo participar en una "mafia" que inventa un sistema para pedir devoluciones fraudulentas de impuestos, o emitir una boleta o factura que la pagará alguien que no ha recibido un servicio y/o canalizar con pagos de facturas recursos que permitan cubrir los gastos de campaña a algún candidato "amigo".

Todos estos procesos que hoy se investigan, que la Fiscalía persigue y que los medios de comunicación nos exponen de frente cada día, han generado un desprestigio masivo de todo aquel que dedica su vida profesional a la actividad política y empresarial. De paso, producto de algunos casos vinculados a ex alumnos de la carrera de Ingeniería Comercial de la Universidad Católica, también surgen voces que acusan generalizadamente a profesionales de esta especialidad, de esta Casa de Estudios, de no contar con el estándar ético adecuado.

Al respecto, algunas reflexiones que merece la pena compartir. En primer lugar, las generalizaciones amplias, las indicaciones de culpabilidad a todos por igual, generan grandes injusticias y sensaciones de desconfianza que Chile no merece. En Chile hay miles de empresarios haciendo bien la pega, hay miles de egresados de Ingeniería Comercial de la UC dedicados a producir en el mundo empresarial y también, dedicados al servicio social. Desde empresarios, ejecutivos de primer nivel en las mayores empresas de Chile, funcionarios públicos, ministros de Estado en diversas etapas (tres en el gabinete del actual gobierno), profesores en universidades chilenas y extranjero e incluso, consagrados a la vida religiosa.

Formar profesionales de excelencia, al servicio de la comunidad en todo sus ámbitos ha sido vocación principal de la Universidad Católica desde su fundación y lo ha sido también, sin duda, de su Facultad de Economía y Administración. Quienes tuvimos la posibilidad de formarnos en esta disciplina y haber mantenido un vínculo permanente con esta Facultad por tantos años, hemos podido conocer y compartir con tantos colegas que han tenido, como misión principal de sus vidas, servir a la comunidad, aportar sus talentos y capacidades para que todos puedan vivir mejor. Sin duda con muchas imperfecciones, cometiendo también errores, pero bien inspirados y trabajando con excelencia.

En el contexto de lo que estamos viviendo, hay nuevas etapas, nuevas lecciones, de las que hay que aprender y mejorar. En la formación de las nuevas generaciones hay que incorporar y fortalecer la sensibilidad por los nuevos requerimientos que exige la sociedad. Por ejemplo, el tradicional estudio de factibilidad para resolver si un negocio es o no rentable y factible de emprender, hoy tiene que incluir muchos más factores y elementos de análisis. En la sociedad moderna no existe la rentabilidad financiera sin sustentabilidad social. El medioambiente, la amplitud y diversidad de actores incumbentes, que tienen derechos y obligaciones respecto de lo que la empresa hace y produce, es parte de esa nueva realidad. La exigencia de máxima corrección en todos los actos que realizan los individuos con responsabilidad directiva, así como también la necesidad de proyectar y analizar las implicancias éticas que pueden generar las políticas públicas, son todos temas que no pueden faltar en la formación profesional de futuros dirigentes sociales.

Frente a las nuevas tecnologías de información, donde el ámbito de lo público y lo privado se mezclan, los estándares sociales logran también mejorar y elevarse. Ya no hay espacio ni tolerancia para acciones privadas que no resistan el escrutinio público el 100% del tiempo. Esto es algo que hay que saber vivir y administrar. Todo lo anterior es importante de promover, sensibilizar y educar en la formación de los profesionales del mañana. Sin embargo, por sobre todas estas cosas, algunas que han estado siempre y otras que nos ha traído la modernidad, hay una materia prima básica sin la cual no hay regulación ni política pública capaz de funcionar: una positiva y sólida estructura de valores y principios que debemos procurar para todos los seres humanos. Si dejamos de confiar en el prójimo, si partimos de la base que las personas no buscan el bien, que no hay seres de buena voluntad en nuestro planeta, no habrá quién nos permita salir de la crisis de desconfianza en que nos hemos involucrado.

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