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Inclusión y discapacidad

Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial

Por: Paula Valenzuela | Publicado: Jueves 21 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Recientemente, varias iniciativas, foros y campañas han puesto el foco en el importante desafío de la inclusión de personas con discapacidad en las empresas. Es uno de los temas que van en la dirección de construir empresas más éticas, cimentadas sobre mejores prácticas y orientadas al bien común, y también un camino cuyo mayor trecho aún no hemos recorrido como país.

Lo primero que hay que asumir es que este no es un tema que involucra a un pequeño segmento de la población. Todos tenemos discapacidades. Algunas pequeñas, otras más relevantes. Tenemos dificultades para hacer algunas cosas, más que otros, tal como tenemos talentos para hacer otras tan bien como pocos. El principio de la igual dignidad de las personas no nace de un precepto legal o de ser políticamente correctos sino de la convicción ética de que todos somos igualmente valiosos.

Si dejamos de comprender la discapacidad como lo ajeno a ciertos parámetros de una normalidad inexistente, lo que queda no es más que la brecha entre las menores capacidades puntuales que tiene una persona con la capacidad de la sociedad para integrarla y aprovechar de ella todo aquello en lo que sí puede aportar. La discapacidad, entonces, no es un padecimiento personal sino un fenómeno social y organizacional que depende de lo que todos nosotros hacemos o dejamos de hacer, ya sea por decisión, por prejuicios o simplemente por desinterés. Una empresa que no ha logrado adaptarse para ser inclusiva es hoy la verdadera discapacitada. La buena noticia es que esa discapacidad tiene solución; de hecho muchas organizaciones han tenido éxito en esta tarea, siendo incluso capaces de compartir sus claves, aprendizajes, ganancias y errores.

Las mejores prácticas en la materia tienen relación con la comprensión de lo que se entiende por diversidad y la importancia de la construcción de ambientes inclusivos, tanto en términos estructurales como culturales y humanos; con la implementación de políticas variadas, como programas de mentoría, manejo multicultural del talento; con asegurar que los líderes de las empresas tengan un modelo de diversidad e inclusión a través del cual empujen a sus organizaciones para lograr avances y marcar hitos; con reconocer y aprovechar la relación entre la inclusión y la innovación que se logra con una multitud de miradas y talentos complementarios entre sí.

Las brechas en inclusión son las oportunidades desaprovechadas de crecer de maneras diferentes, y de desafiarnos a

nosotros mismos a ampliar la mirada. Las empresas diversas no solo funcionan mejor, sino que aprovechan mejor su potencial de acción en el entorno, dando importantes pasos para ser valoradas y respetadas por lo que hacen y por cómo lo hacen.

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