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Inversión pública en capital humano

Carlos J. García Facultad Economía y Negocios Universidad Alberto Hurtado

Por: Carlos J. García | Publicado: Viernes 3 de septiembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Carlos J. García

Después de la recuperación de la pandemia, es importante analizar si la economía chilena crecerá a tasas que en el mediano plazo nos alcanzarán los niveles de desarrollo e ingresos que otras economías registran como Canadá, Nueva Zelanda, Australia, etc.

Según Daron Acemoğlu, economista líder de estos temas del MIT, los más importantes determinantes del crecimiento económico son el capital físico, el capital humano y la tecnología. Según Acemoğlu, estos elementos más instituciones y reformas estructurales lograron son vitales para explicar por qué los países son exitosos o simplemente fracasan en sus esfuerzos de alcanzar niveles de ingresos altos.

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Si consideramos la inversión en capital físico y humano, las cifras son desalentadoras. La inversión la primera década de este siglo, medido por el crecimiento promedio trimestral - desestacionalizado, respecto del período anterior, descontando la crisis financiera internacional - fue de 2,7%. En cambio, antes de la crisis de COVID, esta tasa era solo de un 1%. Sin duda, que el escenario de la inversión empeorará aún más por la decisión del Banco Central de acelerar drásticamente su aumento de tasas de interés de 75 pb en agosto, en vez de opta por una estrategia más moderada que de shock.

Por el lado del capital humano, colegios, institutos y universidades han trabajado mayoritariamente en línea por la pandemia, reduciendo su impacto educativo. Peor, la irrupción del trabajo robótico en el mediano plazo probablemente deje aún más atrás a nuestra fuerza laboral. Así, es imposible pensar que dejaremos nuestro rol de productores de materias primas o exportaciones de bajo valor agregado en el mediano plazo. Esto sin duda pone un techo a nuestra propia capacidad de innovación y de organizar los negocios como ocurre en los países desarrollados.

A este escenario negativo se debe adicionar otro elemento no menos traumático: la crisis ambiental. ¿Cómo se verán afectadas las ventajas comparativas con este cambio? ¿Podremos seguir exportando bienes agrícolas que son intensivos en el uso de agua y propios de un clima templado no desértico? ¿Cuánto subirán los precios de los alimentos que importamos? ¿Cuánto subirán los costos de producción el reemplazo de combustibles fósiles?

En vez de una discusión estéril entre mercado y Estado, que solamente produce incertidumbre, debiéramos redirigir nuestros recursos escasos a inversiones públicas que aseguren, primero, un salto único en nuestro capital humano, una revolución educativa orientada hacia las nuevas tecnologías ya buscar soluciones imaginativas para enfrentar el cambio climático y sortear las restricciones que impondrá. Segundo, inversión en infraestructura para que nuestra economía siga siendo competitiva en los mercados internacionales (puertos, carreteras, embalses, nuevas energías, etc.).

De lo contrario, con una población creciendo a un 1% cada año y sin mejoras en la productividad, nos acercaremos peligrosamente a un pésimo equilibrio con menos empleos y más inflación por aumento de costos.

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