José Manuel Silva

Tripoli, El Cairo, Ulán Bator

En paralelo a los desastres causados por las placas tectónicas del cinturón de fuego del Pacífico, otro tipo de movimientos tectónicos están ocurriendo en el ámbito económico. Ambos tipos de movimientos tienen algo en común....

Por: José Manuel Silva | Publicado: Miércoles 16 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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José Manuel Silva

En paralelo a los desastres causados por las placas tectónicas del cinturón de fuego del Pacífico, otro tipo de movimientos tectónicos están ocurriendo en el ámbito económico. Ambos tipos de movimientos tienen algo en común, son estructurales y cada cierto tiempo producen (y producirán) explosiones coyunturales. En el ámbito económico, uno de los grandes “desplazamientos” que está ocurriendo en nuestro tiempo es el ascenso de China como potencia económica. Esto tiene diversas consecuencias que poco a poco el resto del planeta comienza a entender.



En primer lugar, la incorporación a la economía global de una gran masa de trabajadores con salarios que apenas superaban el nivel de subsistencia (en 1978), provocaría por lo menos un estancamiento en los salarios de aquellos trabajadores de otras naciones que competían con ellos. Muchos de estos últimos serían desplazados. A nivel global se abarataría la mano de obra no calificada, se encarecería en términos relativos la calificada y curiosamente se abarataría también el capital. Esto último, porque el país que ingresaba a la economía global tenía, además de sus mil millones de personas, una altísima propensión al ahorro. En paralelo, se encarecerían todas aquellas materias primas que esta nueva población consumidora necesita y que su nación está poco dotada en términos relativos (China tiene per cápita poco cobre, poco petróleo y poca agua). Esto se convierte en una nueva mala noticia para todos los trabajadores que compiten con China y que además ven subir el costo de su canasta básica.

Otro gran desplazamiento económico en curso es la llamada revolución digital. La fusión de tecnologías digitales con tecnologías de telecomunicaciones, facilitada por el permanente abaratamiento de los microprocesadores, ha puesto a disposición de miles de millones de seres humanos una cantidad de información, datos y algo de análisis, que antes sólo podían pagar las clases pudientes. En un solo click, un joven desempleado con algo de formación en Túnez, El Cairo o Trípoli, puede darse cuenta que en muchos países lo normal es que los presidentes cambien cada ciertos años, que los actos de corrupción sean castigados y que los pueblos sean escuchados. También pueden darse cuenta que países que hasta hace poco eran pobres, superan etapa tras etapa del crecimiento económico dándole empleo, oportunidades y mejor calidad de vida a sus ciudadanos. También pueden acceder a comentarios de extranjeros sobre su realidad. Finalmente, logran lo que cualquier gobierno totalitario siempre teme, ciudadanos con algo de opinión y coordinados.

Pienso que la unión de estas dos fuerzas económicas, el ascenso de China y otros países asiáticos antes muy pobres (como Vietnam o Mongolia) y la revolución tecnológica, están en el origen de los movimientos sociales que remecen al Medio Oriente y tienen al precio del petróleo en niveles elevados. Muchos de estos países del Medio Oriente tienen una gran masa de jóvenes de clase media desempleados, fruto de un salto demográfico gigantesco y además de malas políticas económicas. Probablemente su formación escolar e incluso universitaria no les sirve para competir con los jóvenes asiáticos, pero sí les sirve para darse cuenta de lo mal que han sido gestionados sus países. Esto convierte a esta región del mundo en un polvorín. Lamentablemente ahí residen una buena parte de las reservas de petróleo de bajo costo del planeta. Algo que sube más de valor cuando una energía alternativa como la nuclear vuelve a estar en duda.

Pero así como hay países y sectores que son amenazados y desplazados por la ola china, hay otros que se ven fuertemente beneficiados. El caso de Chile, Perú, Brasil y Colombia es muy conocido. Incluso Argentina se podría decir que ha sido salvada por la campana de los commodities que consume China. Menos conocido es el caso de Mongolia (capital Ulán Bator), una poco poblada república parlamentaria en la mitad de Asia que se está transformando en la nueva frontera para la minería. Ayer cuasi colonizada por la ex Unión Soviética, hoy sede de varios de los mayores proyectos mineros del mundo como el gran yacimiento Oyu Tolgoi que en 2013 producirá 540.000 toneladas de cobre y 650.000 onzas de oro. Durante 2010 el 36% de las importaciones chinas de carbón para coque provino de Mongolia y se espera que la producción de este vital elemento para el acero suba entre 6 y 10 veces de aquí a 2020. El Cairo-Ulán Bator. En mi niñez eran exóticos nombres que permitían ganarse puntos con la profesora de geografía, hoy son puntos de falla u oportunidad del mayor cambio económico desde la revolución industrial.

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