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La derecha economicista no existe

Felipe Schwember Augier Universidad Adolfo Ibáñez

Por: Felipe Schwember Augier | Publicado: Miércoles 29 de julio de 2020 a las 04:00 hrs.
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Felipe Schwember Augier

Desde un tiempo a esta parte, algunos intelectuales emplean el adjetivo “economicista” para referirse a cierto sector de la derecha, el “neoliberal”, que habría, en el mejor de los casos, subordinado las decisiones políticas a los criterios económicos o, en el peor, renunciado a la política para, en su lugar, intentar “administrar” la sociedad a partir de criterios puramente económicos.

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Sería inoficioso negar que esa visión ingenua existe y que, con seguridad, más de algún incauto creyó que se podían zanjar las discusiones políticas mostrando los números irrebatiblemente azules de alguna planilla Excel.

Con el provocador título de esta columna, por tanto, no quiero negar la existencia de ese pragmatismo estrecho, sino aludir a la denuncia, cada vez más frecuente, de que el liberalismo es apenas algo más que una teoría económica y que su defensa de los derechos y libertades está subordinada a sus propias tesis y programas económicos. De aquí —continúa la crítica— se explicaría el esfuerzo del liberalismo por “desactivar” la política y reconducirla constantemente al terreno económico.

Esa acusación es falsa y mañosa. Es falsa porque el liberalismo supone cierta concepción del poder, de la cooperación social, la organización social, la vida en comunidad y la justicia. Su compromiso con la libertad económica es parte de esa concepción subyacente más amplia. Pero la acusación también es mañosa, porque la economía está indisolublemente asociada a la política. Esa asociación es inevitable porque problemas como la escasez, la producción y la distribución de bienes son también problemas políticos. Todas las concepciones políticas proponen sus particulares soluciones a estos problemas, soluciones que presuponen una cierta concepción de la economía (“economía política”, se le llama). Por tanto, es absurdo creer que el problema del liberalismo es que está “demasiado preocupado” u “obesionado” con los problemas económicos, mientras sus rivales se enfocan en los problemas reales o más significativos.

La relación entre economía y política es esencial y, por lo mismo, todas las teorías políticas son “economicistas”. Si no me cree, pregúntele a un marxista o a un socialista si acaso piensa que la economía es un problema secundario o en algún sentido desvinculado de la política. O coméntele que la economía “no es lo más importante”. A ver qué le responde. Si la acusación de que el liberalismo pretende “desactivar” la política es cierta (sea lo que sea que ello signifique), entonces lo es también para sus rivales políticos.

Quienes más han insistido en esta crítica al liberalismo son los intelectuales comunitaristas y nacionalistas “popular-telúricos” de derecha. No es raro, dada su visión al mismo tiempo ingenua y maniquea de la economía. Si esa visión se impone, la derecha se verá arrastrada a una alternativa indeseable: resignarse a defender la “ortodoxia económica” como mal menor o decantarse por el populismo. La primera le condena a la permanente incomodidad con su propio proyecto. La segunda a una aventura cuyos platos rotos pagará luego todo el país.

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