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La épica ayuda, pero no basta

Josefa Monge Presidenta Sistema B 

Por: Josefa Monge | Publicado: Martes 5 de mayo de 2020 a las 04:00 hrs.
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Josefa Monge

En estos días de pandemia han surgido críticas a las grandes empresas a causa de los repartos de dividendos, de bonos a ejecutivos y mantención de las dietas de directorio, dada la delicada situación que atravesaremos en los próximos meses. Estos factores entran en juego con el uso de beneficios fiscales y laborales para las empresas y la posibilidad de rescate estatal de algunas industrias.

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El llamado es, como siempre, a la prudencia, tanto a los críticos como a las mismas empresas. El mercado financiero se sostiene sobre expectativas de retorno que son mucho más complejas que el enriquecimiento personal del controlador. Y las empresas tienen la oportunidad de dar señales que podrían afectar para bien o para mal, su capacidad de resiliencia post crisis, y con ellos su reputación y sus ganancias. Si estamos de acuerdo en que necesitamos empresarios conscientes de que el interés social debe considerar los intereses del universo de grupos que dependen de ella -accionistas, trabajadores, proveedores, consumidores, medio ambiente y la comunidad-, entonces necesitamos hacer un cambio mucho más profundo del que pensábamos.

Existen varias iniciativas, redes empresariales y sellos -entre ellos, las empresas B- que buscan que las empresas pueden incorporar el impacto positivo en el objeto social, ampliando los deberes fiduciarios y protegiendo a quienes toman decisiones, de manera que al menos los accionistas puedan exigir el cumplimiento del propósito. Sin embargo, el proyecto de ley que reconoce a las empresas BIC no ha tenido mayor movimiento en el Congreso.

La épica ayuda, pero no basta. Puede ser complicado para una empresa someterse a estándares más rigurosos que los legales, sin certeza legal y con la pura expectativa de que “tal vez” será premiada con la preferencia de los consumidores, de la fuerza laboral que se puede dar el lujo de escoger dónde trabaja, por un sistema financiero que reconozca que las empresas que gestionan sus aspectos socio-ambientales son o debieran ser menos riesgosas, de fondos que se atrevan a invertir con parámetros de sostenibilidad o impacto. Es decir, requeriríamos de coherencia total de todos los actores del mercado para hacer este cambio.

Mientras tanto, el tema es cómo, mediante una participación más activa y consciente, los ciudadanos y empresas tomamos decisiones de inversión y consumo responsable que muevan la aguja hacia esas decisiones que nos parecen más aceptables. ¿Estaremos todos en la misma página?

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