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La pandemia y el mercado laboral

Miguel Ricaurte Economista jefe de banco Itaú

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#QuédateEnCasa y #SeparadosPeroJuntos son algunos de los llamados con que las autoridades invitan a la población a mantener distanciamiento social. Se busca “aplanar la curva”, es decir, dilatar la tasa de contagio del Covid-19 para no sobrecargar al sistema de salud mientras se desarrolla una vacuna. Esta estrategia tendrá costos, y llevaría a una caída de la actividad global de 1%, mientras Chile se contrae casi 2% este año, superando lo registrado en la crisis financiera internacional en 2009 (cuando el PIB cayó 1,6%).

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Pero no todo es malo. Las medidas de distanciamiento social han acelerado la adopción del tele-trabajo o “home office”. Las empresas de varios sectores han debido implementar sistemas de conectividad remota segura, el recambio de equipos computacionales y la adopción de nuevas tecnologías de comunicación hasta hace poco desconocidas por la mayoría. Quienes vivimos este cambio estamos aprendido a balancear la vida en casa, a veces junto con niños que también están aprendiendo a aprender a la distancia, con el trabajo. Con sus pros y contras, la forzada adopción del trabajo remoto parece estar aquí para quedarse.

Pero esta modalidad no es para todos. Hay ocupaciones que difícilmente podrán migrar hacia tele-trabajo. Jonathan Dingel y Brent Neiman, del Becker Friedman Institute for Economics de la Universidad de Chicago, cuantifican, para el mercado laboral estadounidense, la fracción de puestos de trabajo que podrían migrar físicamente de locación sin impactar su capacidad de desempeñar sus tareas. En su reporte, los autores estiman que no más del 34% de los empleos pueden de manera realista desempeñarse desde el hogar en lo que se considera como uno de los mercados laborales más flexibles a nivel global. Además, la fracción de puestos de trabajo móviles es mayor para algunas ocupaciones (por ejemplo, quienes prestan servicios legales o desarrollo de sistemas; en menor medida, ocupaciones gerenciales o educativas), que para otras que deben desarrollarse in situ (como las relacionadas con agricultura, minería, manufactura o servicios de alimentación y alojamiento).

¿Cómo se ve Chile en este sentido? Tomando la fracción de trabajos de cada ocupación que pueden desempeñarse desde el hogar, según lo reportado por Dingel y Neiman, y aplicando la estructura del mercado laboral chileno, estimo que la fracción fue similar a la de EEUU en 2019. Es decir, menos de 1/3 de los trabajadores de Chile podría seguir trabajando desde su casa mientras duren las medidas de distanciamiento social. La fracción es más elevada en las regiones Metropolitana y de Magallanes (cerca de 40%) por tener una mayor presencia de ocupaciones “móviles”, y más baja en regiones como la del Maule y Ñuble (25%), por la razón contraria.

Esto supone un reto para el diseño de políticas sociales y económicas. Por un lado, hay que proteger a la población, pero sin desconocer que hay ocupaciones esenciales que demandarán que parte de la fuerza laboral siga asistiendo a su lugar habitual de trabajo. Además, las medidas de mitigación económica deben considerar apoyo especial para los trabajadores independientes y sin contrato (entre 1/5 y 1/4 de la fuerza laboral), entre quienes un 60% se ocupa en actividades poco móviles en agricultura, servicios de comercio, construcción y manufactura, por lo que tendrían poca capacidad de adaptación a las medidas de distanciamiento social sin ver mermada su capacidad de generar ingresos.

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