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La preocupación de Xi no es la desaceleración económica

Tom Mitchell corresponsal en beijing del financial times © 2019 The Financial Times Ltd

Por: Tom Mitchell | Publicado: Martes 22 de octubre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Tom Mitchell

Xi Jinping tiene muchos problemas, pero el crecimiento económico cada vez más lento aún no es uno de ellos. El estimado del crecimiento del producto interno bruto de 6% de China para el tercer trimestre —algo menor al pronóstico— fue amplia y reflexivamente lamentado como el más bajo en 30 años, al igual que el crecimiento del segundo trimestre; y lo mismo sucederá el cuarto trimestre, que casi seguro será más bajo también.

Pero el Presidente de China y sus asesores económicos no están preocupados por eso. Sólo les importa que la segunda economía más grande del mundo siga en camino para cumplir con el objetivo de crecimiento de todo el año del gobierno de al menos 6%, lo cual está previsto, y la creación de empleos urbanos; Beijing tiene como objetivo crear 11 millones de nuevos empleos este año. Esto se logrará fácilmente, dado el control de Beijing sobre el sistema bancario y las empresas estatales.

Los riesgos reales de los que debe preocuparse la administración de Xi son los eventos inesperados. Y ha habido muchos de éstos este año, que abarcan desde el continuo movimiento de protesta en Hong Kong hasta una epidemia de peste porcina africana en todo el país.

Estas crisis tienen algo en común. Surgieron en gran parte porque el sistema autoritario que Xi heredó hace siete años —y que se ha vuelto mucho más rígido durante su mandato— puede ser excelente para construir infraestructura, reprimir la disidencia y censurar el Internet, pero a menudo es inútil cuando se trata de darles malas noticias a los funcionarios más altos.

Incluso en entornos privados, los funcionarios chinos se aferran a su narrativa oficial de que los incitadores estadounidenses y británicos provocaron los disturbios en Hong Kong. Es una narrativa que convenientemente absuelve a todos —desde la oficina de representación de Beijing en el territorio semiautónomo hasta al propio Xi— de la incapacidad de apreciar las consecuencias potencialmente desestabilizadoras del sistema político no representativo de Hong Kong, la incompetencia crónica de sus mimados funcionarios públicos y su creciente desigualdad económica.

En el caso de la peste porcina africana, la renuencia reflexiva de los funcionarios rurales a reportar malas noticias a los gobiernos provinciales y Beijing a los niveles más altos en la cadena de mando se ha visto reforzada por las consecuencias financieras de hacerlo. A fines de septiembre, el rebaño de cerdos de China se había derrumbado en un 40% y los precios de la carne de cerdo habían subido un 70% interanual. El gobierno central ahora está tratando de forzar a los bancos estatales a cerrar la brecha emitiendo más crédito a los criadores de cerdos, pero los bancos se han mostrado reacios a hacerlo.

Si el control del poder del partido es probado seriamente en los próximos años, será como resultado de debilidades sistémicas como éstas más que por una economía que se está desacelerando lentamente.

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