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La trampa de culpar a los impuestos

Andrés Alessandri Amenábar Socio de Mena Alessandri Asociados Socio de 360/MFO

Por: Andrés Alessandri Amenábar | Publicado: Viernes 15 de noviembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Andrés Alessandri Amenábar

El reciente acuerdo tributario marco firmado por el gobierno y la Comisión de Hacienda plantea la necesidad de aclarar varios mitos en torno a los impuestos en Chile, con el objetivo de darle seriedad a la discusión.

Mito uno: que en Chile las empresas pagan pocos impuestos. Este argumento es falso, ya que existe una tasa de impuesto de primera categoría de 27%, uno de los más altos de la OCDE (en 2018 el promedio de la OCDE era 23,5%). Esto, sin considerar el “Impuesto al Gasto Rechazado”, que ha aumentado su recaudación en los últimos años, pasando de ser una sanción a una fuente de ingresos permanente.

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Segundo mito, que los impuestos no contribuyen a la redistribución del ingreso. Efectivamente, al comparar la desigualdad en Chile antes de impuestos y transferencias y después de éstas, la desigualdad varía menos que en otros países de la OCDE. Ahora, ¿es esto culpa de los impuestos? En esta materia, existen dos componentes: impuestos y transferencias. Las transferencias se refieren al uso que el Estado hace de los impuestos que recauda y como éstos llegan a las personas que requieren asistencia del Estado. Entonces, antes de plantear que los impuestos son insuficientes, ¿no sería apropiado revisar la forma que el Estado está utilizando los recursos públicos?

También se ha planteado que en Chile, en la medida que sube el PIB, la recaudación fiscal (calculada como un porcentaje del PIB) no ha aumento tanto como otros países. Si bien esto es verdad, no se puede dejar de mencionar que en 20 años el PIB per cápita pasó de 14.000 a 23.000 dólares anuales. Esto significa que -aun sin aumentar el porcentaje de recaudación sobre el PIB- los ingresos fiscales aumentaron en un 64%.

Finalmente, se plantea que los impuestos personales son bajos, en comparación con la OCDE. Al respecto, y con el aumento de tasas anunciado, nos encontramos con un impuesto al trabajo que llega al 40% y un impuesto a las utilidades que podría llegar al 49,45%, lo que al menos en tasa, nos sitúa en la parte alta de la OCDE (y muy por sobre el resto de Latinoamérica). En los países OCDE, seguridad social y salud están incluidos en los impuestos que se pagan. En cambio en Chile, el 7% de salud y el 10% de jubilación, no son considerados impuestos, por lo que desvirtúan cualquier comparación de tasa.

Por otro lado, los inversionistas extranjeros domiciliados en países con convenio para evitar la doble tributación, al poder aprovechar el 100% del impuesto corporativo y mantener una tasa de impuesto adicional de 35%, terminan pagando un 14,45% menos de impuestos que los inversionistas chilenos. En este sentido, es importante recordar que tanto las personas como los capitales no están anclados en Chile y pueden emigrar.

Entonces, antes de seguir aumentando los impuestos, es necesaria una profunda reflexión sobre su uso, el llamado accountability del Estado respecto de la utilización de los recursos públicos, y no seguir echándole más tierra a un saco roto.

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