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Lagos, la restauraciónL

Tamara Agnic Presidenta Ejecutiva Agnic Consultores; ex Superintendenta de Pensiones; ex Directora UAF.

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El anuncio del ex presidente Ricardo Lagos de repostular a la primera magistratura del país no dejó a nadie indiferente y, como suele ocurrir con las personalidades políticas de gran calado en la historia moderna, surgieron igual número de detractores y de adherentes a comentar esta decisión.

A mi juicio, la figura del ex mandatario posibilita hablar de la restauración de aquellas cosas que la institucionalidad ha perdido y que son parte de la larga lista de síntomas que afectan a la política actual.

¿Qué hay que restaurar? La lista puede ser larga, pero al menos no podemos dejar de mencionar la necesidad de restaurar el rol y la responsabilidad a nivel institucional de los partidos políticos, puesto que nuestro modelo de convivencia descansa en la democracia representativa y esa estructura política necesita de una sociedad representada, organizada y de rostros visibles y capaces de responder por sus actos y también por sus omisiones.

La alternativa es el asambleísmo, la coordinación de bases y muchas otras estructuras que son difíciles de identificar y que, hasta ahora, no han logrado ni estabilidad en el tiempo ni liderazgos responsables de sus propios actos y omisiones. Los partidos deben retomar una conversación real con La Moneda, un diálogo en torno a decisiones y agenda política, de modo de dar robustez a la hoja de ruta, a la idea de gobierno.

Lo segundo que hay que restaurar es justamente esa “idea de gobierno”. Una que haya sido construida sobre la base de acuerdos políticos de gran alcance y que, además, sea conocida, defendida y asumida como propia por todos los aliados del conglomerado que sustente el programa de gobierno.

Así, no debieran repetirse situaciones como las que hemos visto en el último tiempo en donde uno de los partidos eje de la Nueva Mayoría -la Democracia Cristiana (DC)- ha llegado a sostener que entraron al pacto sin estar ni en conocimiento ni en acuerdo con el detalle del programa.

Hay que restaurar la capacidad de convencimiento y el diálogo transversal, lo que incluye un verdadero y sincero proceso de colaboración público-privado. Las desconfianzas mutuas no sirven. Eso es más obvio porque la idea de país que proyectan las fuerzas progresistas, no va a poder sobrevivir más de un mandato si no hay mayorías en el Congreso que la sustenten. Menos aún si hay alternancia en el gobierno.

Hay que restaurar la capacidad de gestión. Cuando se abusa de los grupos de consulta, los comités y las comisiones de comisiones, queda a la vista -o al menos eso parece- una falta de claridad acerca de qué estamos haciendo en el gobierno. A eso hay que sumar la restauración de la solidez e independencia de las instituciones de la administración central, de modo que las decisiones -las técnicas en particular- sean tomadas en consideración al estado de derecho y marco jurídico vigente y no sobre la base de agendas personales o presiones de Twitter o las redes sociales.

Debe haber muchas otras cosas que asumir para retomar la confianza a todo nivel y eso hay que hacerlo con la urgencia de nuevas formas de interacción con la ciudadanía, el recambio de liderazgos, el reencantamiento del electorado y una larga lista de fenómenos nuevos y emergentes que se derivan de una modernidad que ha superado claramente al sistema de partidos conocido hasta ahora.

La restauración de las formas republicanas y profundamente democráticas debe estar a cargo de quienes creen profundamente en una ética y una estética que responda a este concepto de vida democrática. Hemos de esperar que el resto de los candidatos esté en esa misma sintonía.

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