Luis Larraín

Balance económico: paupérrimo

Luis Larraín Director ejecutivo Libertad y Desarrollo

Por: Luis Larraín | Publicado: Martes 6 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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Así como en su cuenta pública la Presidenta Bachelet nos habló de un país que sólo existe en su imaginación, el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, intenta negar lo que ya es evidente: la de este gobierno es la peor gestión económica desde la Unidad Popular.

El dato puntual del Imacec de abril que muestra una economía en la línea de flotación con una variación de 0,1% no es tan importante en sí mismo, sino porque confirma que el crecimiento de este año 2017 no superará el 1,5%. Si consideramos que en los años anteriores Chile creció un 1,9%, 2,3% y 1,6% respectivamente, tenemos que concluir que el promedio de este gobierno apenas llegará, con suerte, al 1,8%, cifra ligeramente superior al crecimiento de la población. El IPoM de ayer nos dice que la inversión también caerá este año y con ello el promedio de los cuatro años de gobierno será una caída superior al 1,5% anual.

En sus explicaciones Valdés ha tratado de culpar a la economía internacional del paupérrimo desempeño de Chile, pero los datos lo desmienten. En los 28 años anteriores al segundo período de Bachelet, Chile crecía más que el mundo: de hecho así fue en 24 de esos 28 años. Pues bien, desde que se instaló este gobierno, Chile ha crecido cada uno de los cuatro años menos de lo que ha crecido el mundo. ¿Cómo podríamos culpar entonces a una economía mundial que ahora crece más que Chile?

La Presidenta en su cuenta afirmó: “En definitiva si hemos podido mantener una economía sana es porque hay sectores que están mejorando”. Pero resulta que no es así. Los únicos sectores que crecen más rápido que el período anterior son Administración Pública y Agricultura. Todos los demás crecen menos o caen.

El menor crecimiento e inversión tienen un efecto directo en el bienestar de las familias. Se ha traducido en menores incrementos de remuneraciones y posibilidades de empleo, que se ha precarizado. Éste crece la cuarta parte de lo que crecía en el gobierno anterior y la mayoría de esos empleos son por cuente propia. El trabajo asalariado propiamente tal sólo se ha incrementado en 108.000 personas durante este mandato y de ese total el 77% (84 mil empleos) corresponde a trabajos en el sector público, mientras el empleo privado asalariado ha crecido apenas en 24 mil plazas durante todo el período. Demás está decir que muchos de los empleos públicos son de menor productividad que los privados y que estas cifras vienen a confirmar que la administración pública es uno de los pocos sectores en que nuestra economía crece.

Esto no significa que la economía chilena esté en el suelo o no se pueda recuperar. Significa que durante cuatro años se interrumpió el ritmo de crecimiento.

Desgraciadamente en este período se deterioró uno de los activos más preciados de la economía chilena: la disciplina fiscal.

Desde 2014 se ha visto un sistemático incremento del gasto fiscal, que ha crecido todos los años más allá de la evolución del Producto, aumentando así el tamaño del Estado en nuestra economía pero comprometiendo además el equilibrio fiscal.

El Balance Fiscal efectivo muestra un deterioro sistemático durante esta administración. Ha pasado desde un déficit de -0,6% del PIB el año 2013 a un -2,8% el año 2016 y se espera para este año un déficit de 3% del PIB. Aparejado a esta evolución del déficit fiscal, ha venido un aumento de la deuda pública que en el último año ha crecido al 24%, llegando a más de 21% del PIB. La deuda bruta podría llegar en 2021 a más de 35% del PIB, lo que hace probable una rebaja en la clasificación de riesgo soberano de Chile.

Lo más preocupante es que el Ministerio de Hacienda ha anunciado, por primera vez, la existencia de holguras negativas para los próximos años. Esto quiere decir que la proyección de gastos ya comprometidos por proyectos de ley aprobados excede a los ingresos estimados. La cifra es de US$ 1.793 millones para los próximos tres años, un 0,6% del PIB.

La joya de la corona de la economía chilena, la disciplina fiscal, también tambalea sobre nuestras cabezas al final de la segunda administración de Michelle Bachelet.

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