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Maersk: Lecciones de un cierre

Juan Carlos Martínez Z. Presidente de ASIMET

Por: Juan Carlos Martínez Z. | Publicado: Jueves 21 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Juan Carlos Martínez Z.

Los US$250 millones que la naviera Maersk invirtió en 2011 para abrir su planta de contenedores refrigerados en San Antonio mostraron que se trataba de uno de los proyectos metalúrgicos-metalmecánicos más importantes del último siglo en Chile. Nadie habría imaginado que en menos de una década todo se derrumbaría, como acaba de ocurrir.

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Inaugurada en 2014, con 1.209 plazas de trabajo, significó para San Antonio una inyección económica para este puerto de 91 mil habitantes, históricamente deprimido por una industria pesquera de nivel medio, y salvo embarques principalmente de cobre, sumida en la pobreza y falta de oportunidades.

¿Qué pasó para que Maersk lanzara por la borda su millonaria inversión? Tenemos que revisar si Chile es atractivo para invertir en manufactura. Aunque somos una economía abierta y competitiva, en un ambiente social y político que permite vivir y trabajar sin grandes sobresaltos, faltan políticas públicas orientadas al fomento de la manufactura nacional. Como ASIMET hemos trabajado en impulsar el Consejo Nacional de la Manufactura, iniciativa público privada de carácter permanente que piense y se ponga de acuerdo sobre el Chile industrial que aspiramos a ser de aquí a 15 años más, y trabajar en proponer políticas públicas que nos hagan llegar a esa meta.

Los países no se desarrollan sin un polo industrial fuerte. La industria 4.0 —o la “manufactura avanzada”— nos otorga la oportunidad para ser competitivos y producir bienes inteligentes de alto valor agregado y exportables, orientados a satisfacer necesidades de la minería, la agroindustria, pesca, acuicultura y el sector forestal.

Entre las razones que tuvo Maersk para cerrar su planta fue que el 90% de los suministros que requería debía importarlos, con los consecuentes atrasos y pérdida de posiciones comerciales frente a sus competidores. Como empresarios y sector público hemos fallado en generar encadenamientos productivos que muchas industrias hoy deben buscar fuera del país. La desindustrialización en 40 años ha significado disminuir el aporte al PIB de un 15%, a menos de un 10%.

Maersk no fue la primera. Antes fueron Madeco —en su fábrica de tubos de acero e Indalum en piezas de aluminio—, la filial chilena de la mexicana Mabe y una línea completa del grupo CAP.

La principal lección es que no debemos seguir en esta inacción e indiferencia frente a la necesidad que tiene Chile de desarrollarse industrialmente. Sin políticas proteccionistas, pero en condiciones de equidad frente a competidores extranjeros que ingresan sus productos subsidiados. La robotización y la inteligencia artificial serán los componentes de la nueva industria chilena. Requerimos de políticas públicas que apunten a este objetivo, y no como algunos piensan prejuiciosamente, que los industriales chilenos sólo buscamos privilegios.

El cierre de Maersk es una dolorosa lección; aprendamos bien de ella.

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