Matko Koljatic

La ética del póker

Matko Koljatic Profesor titular Escuela de Administración Pontificia Universidad Católica de Chile

Por: Matko Koljatic | Publicado: Miércoles 24 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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Empezaba el año 1968, cuando cursaba un postgrado en EEUU, tuve ocasión de leer un controversial artículo de Albert Z. Carr que escandalizó a la comunidad de negocios de ese país, publicado en Harvard Business Review bajo el título: Is Business Bluffing Ethical (HBR, Jan.- Feb., 1968). La tesis de Carr era simple: en los negocios, al igual que en el póker, está permitido “blufear”.

“Para ganar” -y esta es una cita textual del artículo de Carr- “tanto en los negocios como en el póker, se requiere conocer las reglas, la psicología de los otros jugadores, una cara inescrutable, autodisciplina y la capacidad de responder rápida y eficazmente a las oportunidades que depara la suerte”. Ya con esta descripción nos empezamos a acercar a la situación del Chile actual, en que en el último tiempo hemos visto muchas “caras inescrutables” que parecen haber aprovechado las “oportunidades” que les deparaba la suerte.

Siguiendo con los argumentos de Carr, en el póker el engaño es aceptado ya que cuando no se espera que se diga la verdad, no decir la verdad es aceptable, aunque se esté engañando a los amigos. Carr no se detiene ahí cuando afirma: “el póker tiene su propia ética. Si alguien es un bandido y hace trampa, escondiendo un as bajo la manga o marcando las cartas, será castigado – expulsado del juego – o en el peor de los casos, como en el Far West, baleado”. “Pero”, continúa, “nadie espera que en el póker se sigan las normas éticas prevalecientes en la sociedad. Por el contrario, la astucia, el engaño y el ocultamiento de las intenciones –no la bondad o la generosidad– son cruciales si se quiere ganar”.

Luego, Carr enlaza la naturaleza de los negocios - y de la diplomacia– con la naturaleza del póker, afirmando que todos ellos son juegos estratégicos, en los que el ocultar, engañar y “blufear” están dentro de las reglas del juego; ergo, en tanto en los negocios no se haga trampa - en tanto se cumpla con la ley - se puede “blufear”. Como ejemplos cita, entre otras muchas prácticas que consideraba habituales y por lo tanto aceptadas, la publicidad (en que se podía exagerar las cualidades del producto), las tácticas judiciales de las compañías de seguros para no pagar los siniestros, la contratación de lobistas para influenciar las regulaciones o el ocultamiento de información al mercado.

Concluye Carr que las transgresiones de los ideales éticos de la sociedad son comunes en los negocios, pero estas no necesariamente son transgresiones de los principios que los rigen. A modo de evidencia, ponía los cientos de casos en que los reguladores norteamericanos ordenaban a compañías ‘cesar y desistir’ de utilizar prácticas que si fueran juzgadas con los estándares habituales eran de una moralidad cuestionable, pero que eran tenazmente defendidas por las empresas que estaban siendo cuestionadas.

Finalmente, Carr sostenía que la gran mayoría de los empresarios no eran indiferentes a la ética en sus decisiones en su vida privada. Su punto era que en sus oficinas dejaban de ser ciudadanos y se convertían en jugadores de un juego que se rige por un conjunto diferente de principios éticos.

Como se puede imaginar el lector, el artículo derivó en una gran controversia con muchas cartas a la revista de réplicas y contra réplicas, en que aproximadamente 2/3 de los participantes condenaban lo afirmado por Carr, en tanto, sorprendentemente 1/3 le daba la razón.

Casi cincuenta años después, releyendo el artículo pienso que esta visión de Carr de la ética en los negocios sería probablemente motivo de condenas públicas universales en todas las esferas de la comunidad empresarial. Sin embargo, pareciera que más allá de las palabras, hay personas que continúan aplicando la ética del póker a los negocios como se evidencia al ver que la lista de ejemplos de Carr encuentra correlatos en la actualidad nacional reciente. Sería interesante saber qué porcentaje de nuestros ejecutivos siguen pensando que en los negocios se puede aplicar la ética del póker.

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