Matko Koljatic

La quiebra de dos mundos

Cuando comenzó la Gran Recesión de 2008 en EEUU, con la quiebra de Lehman...

Por: Matko Koljatic | Publicado: Jueves 7 de junio de 2012 a las 05:00 hrs.
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Cuando comenzó la Gran Recesión de 2008 en EEUU, con la quiebra de Lehman, muchos comentaristas atribuyeron esa crisis a los excesos del capitalismo y a la codicia. Ahora, la que está en problema es la Unión Europea. Esta vez, el que está en el banquillo de los acusados no es el capitalismo, sino que el estado benefactor. Dos crisis; dos causas muy distintas. ¿O no tanto? En ambas crisis hay otro común denominador, al que quizás habría que responsabilizar: las políticas fiscales y crediticias de los gobiernos.



Es más que conocido el hecho que los déficits fiscales de EEUU y de los países del sur de Europa son pantagruélicos. Como muestra un botón. Considere, por ejemplo, el caso de EEUU, donde el déficit del gobierno federal, hoy, bordea el 9% del producto. Considerando que el gobierno gasta más o menos el 25% del producto, ello significa que sólo se financia dos tercios del presupuesto fiscal con la recaudación de impuestos. El resto se financia con deuda. ¿Cómo se llego a ello? El gobierno de George Bush hijo tiene mucha culpa. Bush embarcó a su país en dos guerras, simultáneamente, mientras disminuía los impuestos. ¿Resultado? Un déficit descomunal que no tiene visos de solución.

En la Unión Europea, la situación no es muy distinta. Déficits fiscales gigantescos, producidos no por guerras o bajas de impuestos, sino que por la ‘buena vida’-un gasto incontrolado entre otras cosas en jubilaciones tempranas, ‘elefantes blancos’ en infraestructura (como aquel aeropuerto en España en que no aterrizan aviones) y subsidios de todo tipo.

En su libro Fault Lines, el economista de la Universidad de Chicago, Raghuram Rajan, levanta una hipótesis que parece más que plausible sobre cómo se produjo la crisis en EEUU. Según Rajan, lo que pasó fue que ante la imposibilidad de los sucesivos gobiernos de responder en forma rápida a las expectativas de alza de ingresos de los ciudadanos, el ‘segundo mejor’ fue darle a la gente crédito para que pudiera gastar. El gobierno de Bill Clinton, por ejemplo, usando su mayoría en el congreso, consiguió pasar una ley en que se prohibía a los bancos discriminar en el otorgamiento de créditos hipotecarios. Ello abrió la puerta para una oferta de créditos inmobiliarios a personas cuyos ingresos dudosamente les iban a permitir pagar las hipotecas. Y por cierto, el gobierno se encargaba de dar el financiamiento vía instituciones semi estatales, como Freddy Mac y Fannie Mae. Si ello producía una burbuja inmobiliaria, mejor aún. Ante el alza en el valor de las viviendas, la ciudadanía gastó más, ya que se sentía con respaldo, lo que alimentó aún mas la burbuja. Todo ello con deuda, ahora privada. Hasta que la burbuja reventó. Por supuesto, los bancos, que fueron los que azuzaron la fiesta, pasaron a no poder cobrar sus créditos a esos deudores ‘ninja’, requiriendo capitalizaciones por parte del Estado, el prestamista de última instancia.

En la Unión Europea, la situación tiene una forma distinta, pero una concepción similar. No fueron las guerras o las bajas de impuestos las que generaron el problema, sino que un gasto fiscal descontrolado. En Grecia, por ejemplo, un tercio del gasto fiscal esta siendo financiado con deuda - una cifra parecida a la de EEUU. En el caso de Europa del sur, la tesis de Rajan, se aplica igual. En este caso, los gobiernos meridionales de Europa, ante la dificultad de hacer crecer los ingresos de la gente, simplemente se endeudaron transfiriendo esos recursos a la población, alimentando también burbujas inmobiliarias, como en Irlanda y España.

Evidentemente, la descripción anterior es una simplificación de una realidad en extremo compleja, en que hay otros factores -como, por ejemplo en Grecia, en que contribuyen al problema la evasión fiscal y las mentiras del gobierno sobre el monto real del déficit. Pero, la realidad es que aunque “los países no quiebran” como dice el aforismo, los gobiernos, sí.

Las lecciones para nosotros en Chile son claras y de sentido común: primero, hay que cuidar los equilibrios presupuestarios fiscales. En segundo lugar, aunque la expansión del crédito es positiva, cuando no guarda relación con la capacidad de pago de la población, es una mala política.

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