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Mes de la patria: ¿Qué Chile queremos?

José Antonio Garcés Past President USEC

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José Antonio Garcés

Comienza septiembre y junto con la llegada de la primavera y las celebraciones patrias, nuestro ánimo no parece ser el mejor en términos de optimismo y niveles de confianza. Lo vemos y escuchamos por doquier: en las secciones de opinión de los medios, en foros empresariales y de organizaciones civiles y en cualquier reunión social o de negocios. La incertidumbre, el escepticismo, la desconfianza y la sensación de inseguridad cunden y nos tiene en una suerte de parálisis.

En este entorno, es fácil caer en la tentación de la "heteroculpabilidad", que significa echarle la culpa a alguien más. Así, el mundo político culpa a los privados de boicotear el crecimiento, frenando la inversión, la empresa culpa a los actores políticos por estar gobernando para cumplir con su programa, más que atendiendo a las necesidades y expectativas de la ciudadanía, y la sociedad civil culpa tanto a autoridades como a empresarios, y a todo lo que huela a elite, por haber extraviado la brújula moral. Falta liderazgo, falta un norte, falta diálogo, falta confianza. Es lo que a grosso modo escuchamos permanentemente y que ha afectado el espíritu y el ánimo en nuestra sociedad.

El escenario es complejo y desafiante y sabemos que también es producto de sesgos ideológicos, de desencuentros y de operar en compartimentos estancos. Sobran los diagnósticos. Pero ello no quiere decir que tengamos que asumir una actitud reactiva, heteroculpable o pesimista. Podemos mirar el vaso medio lleno y visualizar esta suerte de crisis como una oportunidad de reinvertarnos. Tal como decía Einstein "no pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo". Lo conseguiremos si cambiamos de perspectiva y saliendo de nuestra zona de confort para escuchar a otros que piensan y tienen distintas miradas a la propia. Sin temor a que ello nos pueda remover el piso y nos haga dudar respecto de nuestras propias convicciones, porque eso nos vuelve más humanos, más cercanos y nos enaltece.

Este cambio de perspectiva es fundamental para que aflore la unidad y la colaboración en pos de metas comunes, que nos convoquen y aglutinen. Tenemos mucho más en común de lo que creemos: todos queremos lo mejor para Chile, queremos seguir creciendo y desarrollándonos con mayor equidad, continuar enriqueciendo nuestra cultura, aspiramos a una mejor calidad de educación para nuestros hijos y a una mayor cohesión social vivir en paz y ser más felices. Si tenemos distintas fórmulas de alcanzar estas metas comunes, entonces el gran desafío es lograr ponernos de acuerdo. Y creemos que es posible. Hay ejemplos históricos contundentes, pero para que ello ocurra, lo primero que debemos hacer es tener en mente que no somos dueños de la verdad, que hay que estar dispuestos a escuchar y aprender de la experiencia del otro y, saber integrar los aportes y riqueza de diversos actores, en una propuesta de largo plazo que persiga el bien común del país. Para ello, necesitamos desarrollar una auténtica actitud de colaboración y no seguir viéndonos como contrincantes unos de otros.

Por un lado, la empresa no es la mala de la película. Si no, cómo es posible que en la última encuesta Cadem–Sofofa, el 86% de los consultados manifiesta su deseo de emprender y tener su propia empresa. La empresa está íntimamente asociada a la vocación de emprender, a querer contribuir a la construcción del país proporcionando productos buenos y servicios que verdaderamente sirvan a la sociedad.

La clase política tampoco es la villana. Es aquella a la que la población le confió y delegó la conducción del país en el marco de una sólida institucionalidad, y que tiene la enorme responsabilidad de estar a la altura de los desafíos actuales. Si no goza de legitimidad, qué destino puede tener un país.

En su reciente encíclica "Laudato Si" el Papa Francisco nos provoca a redefinir el progreso y deja claro que la alianza público–privada es una condición sin la cual ello no se logrará. Sus palabras, pueden ser algo duras, pero encierran mucha verdad: "La política y la economía tienden a culparse mutuamente... pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común".(P. 198 Laudato Si). Es también lo que nosotros esperamos y deseamos para nuestro querido país.

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