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Mes de María

Ignacio Arteaga E. Presidente de USEC

Por: Ignacio Arteaga E. | Publicado: Jueves 6 de diciembre de 2018 a las 04:00 hrs.
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Ignacio Arteaga E.

Pasado mañana termina el Mes de María y, como en cada año, miles de personas en estos días han hecho un alto para rezar esa oración en la que nos comprometemos a “amarnos los unos a los otros como hijos de una misma familia, cuya Madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal”. ¡Cuánto bien le hace a Chile esa oración! ¡Y qué importante es que esa oración –toda oración– se haga también en el lugar de trabajo!

Durante este año, en USEC nos hemos dedicado a promover las mejores prácticas empresariales y hemos constatado que las que promueven la espiritualidad en el trabajo tienen una amplia aceptación, independiente de la religión que profese cada uno.

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Cada lunes en la mañana, en una empresa de cobranza judicial, un grupo de personas se reúne a rezar y a leer un pasaje de la Biblia junto a una imagen y una vela. Una empresa constructora tiene un oratorio en cada una de sus faenas y una campana avisa a los que quieran rezar y escuchar el evangelio del día. Un sacerdote, verdadero capellán corporativo, oficia una vez al mes una misa y acompaña a los que quieran conversar con él. Una empresa de alimentos tiene oratorios en todas sus plantas, hacen misa, rezan el Mes de María y, en general, cada hito relevante de la comunidad comienza con una bendición. Incluso han creado un memorial para sus difuntos, que es muy valorado por las familias de los colaboradores y ha inspirado a otras empresas.

Una visión reduccionista asocia la empresa sólo a la eficiencia y las utilidades, excluyendo así a la espiritualidad del lugar de trabajo. Esa visión es compartida incluso por personas creyentes, que creen que la vida tiene compartimentos estancos, como si uno pudiera disociar su vida laboral de las demás dimensiones naturales de la existencia. Una visión estrecha de la persona se puede traducir en una pobre definición de empresa.

La espiritualidad en el trabajo no necesariamente la otorga o la crea la empresa, sino que la viven las personas que la componen. Por lo mismo, sus directivos no la pueden excluir a voluntad. Y si no se la comprende, no podrán aprovechar el enorme potencial de beneficios que ella significa en términos de motivación, clima laboral, relaciones humanas, comportamientos éticos y compromiso profundo con los propósitos de la empresa, además de la satisfacción de una vida profesional plenamente humana y llena de sentido.

Como cualquier persona que trabaja, nos hacemos ciertas preguntas: ¿recibo un salario y un trato justo, digno? ¿Mi trabajo me permite desplegar mis capacidades y aprender? Y obtenemos respuestas de diversas fuentes. Pero hay otras preguntas que sólo se pueden responder cuando la vida se mira “desde arriba”, como una trayectoria completa que tiene un origen y un destino trascendentes. Ese tipo de preguntas –¿Es valioso mi trabajo? ¿He dado lo mejor de mí?– sólo se pueden responder a cabalidad desde la dimensión espiritual, por la importancia de darle un espacio en las empresas.

En general, cualquier persona que tiene responsabilidad en el trabajo de otros debe hacerse estas preguntas y preocuparse de que ellos también lo hagan. Si no, estamos fraccionando a las personas y limitando nuestro rol directivo y la misión trascendente de toda empresa.

Si en su empresa han implementado iniciativas de este tipo, su experiencia puede inspirar a otros y en USEC nos gustaría conocerla. Y si busca maneras de fomentar la espiritualidad en su empresa y no sabe cómo, nuestras puertas están abiertas para ayudarle.

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