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Migración: Retos y oportunidades

Miguel Ricaurte Economista jefe Banco Itaú

Por: Miguel Ricaurte | Publicado: Viernes 29 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Miguel Ricaurte

En marzo de 2018 se cumplieron 17 años desde que llegué por primera vez a Chile, en aquella ocasión para cursar estudios de magíster en la Universidad de Chile. Cuando fui censado en 2002, formé parte del 1,27% de migrantes que residían en el país. Iba a estar aquí por tiempo limitado, mientras duraran mis estudios. Pero mi paso por este país me cambió el rumbo y el magister fue un trampolín que me permitió acceder a estudios de doctorado en Estados Unidos. Hacia el final de esta etapa (hace nueve años, en junio de 2009), una oferta de trabajo en el Banco Central Chile me trajo de regreso a Santiago.

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Ni la mayor recesión desde la Gran Depresión, ni el terremoto de 2010 me hicieron cambiar mi plan de trabajar un par de años acá para luego volver a Ecuador. En cambio, sí lo fueron las oportunidades que Chile me ofreció, no sólo en el ámbito laboral, sino académico y personal (prueba de ello es esta columna). Para el Censo de 2017, la población nacida en el extranjero representábamos un 4,35% de los habitantes de Chile. La llegada de migrantes superó ampliamente el crecimiento de la población.

En las últimas dos décadas, Chile pasó de tener una población migrante por debajo del promedio mundial —2,8% a comienzos de la década de 2000, muy por debajo de países desarrollados de Europa (sobre 5%) y de Norteamérica (12,9%)—, a estar por sobre el promedio del mundo (3,4% estimado a 2017) y acercándose al mundo desarrollado (entre 7% y 14% en Europa y 16% en Norteamérica). El más de medio millón de migrantes que llegó a Chile en los últimos 15 años provino de países nuevos para la migración. Mientras que a comienzos de los 2000 la mayoría de ellos había nacido en Perú, Argentina, Colombia y Bolivia, para el final de la década de 2010 aumentó la inmigración desde países más lejanos (y afectados por crisis económicas y humanitarias) como Venezuela y Haití.

Este cambio ocurre en una coyuntura en que el mundo se ha vuelto temeroso de la inmigración por razones de seguridad, así como económicas. Chile no está exento de esta realidad. Afortunadamente, episodios que podrían reforzar la discriminación hacia los inmigrantes —con amplia difusión en medios de comunicación y redes sociales— aún son esporádicos y no marcan una tendencia. Además, las autoridades han mostrado estar sensibilizadas con los retos que emanan de la inmigración. Prueba de ello son la implementación del programa de regularización migratoria, así como el cambio normativo para la obtención de visas de trabajo y temporarias, entre otras medidas.

Al final del día, la inmigración presenta tanto retos como oportunidades. Entre los retos está el de la integración social, posiblemente lo más palpable y difícil de enfrentar desde el punto de la política pública, pues se suma a la necesidad de afrontar la segregación socioeconómica de la población local. También hay demandas económicas (salud, educación, seguridad, etc.), que se deben asumir en momentos en que las finanzas públicas se encuentran estresadas.

Pero los beneficios asociados a la inmigración están bien documentados: grupos social y culturalmente más diversos son más productivos. Para tomar un ejemplo, la consultora McKinsey reporta que en EE.UU. (donde los inmigrantes sumaron el 15,3% de su población en 2017), empresas que tienen un 10% de más diversidad étnica y racial en su plana directiva obtienen retornos mayores en 0,8% respecto de sus pares. El reto, entonces, es sacarles provecho a las oportunidades que ofrece la inmigración.

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