Miguel Ricaurte

¿Y si un virus infecta a los Bancos Centrales?

Miguel Ricaurte Economista jefe Banco Itaú

Por: Miguel Ricaurte | Publicado: Martes 3 de marzo de 2020 a las 04:00 hrs.
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El coronavirus, o COVID-19, partió en China a finales de 2019, pero podría estar mutando hacia convertirse en la primera pandemia de esta década. El grueso de los casi 90 mil casos de contagio confirmados a la fecha se encuentra en ese país, pero también se registran en otras latitudes. Con una letalidad mucho menor a la de otros virus, como el SARS de 2003, es altamente contagioso y la respuesta de las autoridades llevó a una virtual paralización de la actividad en China tras el Año Nuevo Lunar.

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El COVID-19 impactará a la actividad a través de la disrupción de la cadena productiva mundial. Desde su adhesión a la OMC en 2001, China ganó peso en la economía global hasta representar casi un quinto de ella, convirtiéndose en el centro manufacturero del mundo. La concentración de cadenas productivas hace que el mundo sea más vulnerable al desempeño chiino.

Las encuestas a empresarios (PMIs) chinos para febrero muestran un marcado deterioro en la actividad industrial y de servicios. China no sólo demandará menos insumos, desde materias primas como cobre y petróleo hasta microprocesadores, sino que producirá menos bienes. En el cortísimo plazo, viviremos un choque de demanda. Pero conforme los meses pasen y la actividad industrial demore en normalizarse, la economía mundial sentirá un choque de oferta también, con menos productos disponibles.

Si el virus no hubiese cruzado fronteras, lo anterior podría haber tenido un impacto acotado en el crecimiento este año, concentrado en China y sus principales socios comerciales. Pero el avance de la enfermedad a otras regiones llevará a las autoridades locales a adoptar medidas paliativas que afectarán el normal funcionamiento económico. Hoy parece probable que China crezca en torno a 5,5% en 2020 (casi medio punto menos que lo esperado a comienzos de año), y que Europa y Japón se expandan significativamente por debajo del 1% y 0,4% respectivo que esperábamos anteriormente. Otros socios comerciales de China verían un impacto en su crecimiento en este escenario.

Aún no está claro cuán marcado será el efecto sobre la evolución de Estados Unidos. Esto en parte se debe a que aún es posible que veamos una rápida recuperación en “V”, una vez que el peak del virus pase. De ser así, el crecimiento estadounidense podría estar cerca del 2% este año. Pero si la recuperación es lenta, como una “U”, una senda de menor crecimiento es altamente probable.

El mercado parece estar anticipando un escenario como éste. En la semana pasada, junto con la abrupta caída de la bolsa estadounidense (a la velocidad más rápida de la historia), las tasas de interés de largo plazo retrocedieron a niveles históricamente bajos. De hecho, las expectativas que se derivan de los precios de los activos financieros dejan entrever que el mercado estaría anticipando un recorte de tasas por parte de la Fed tan pronto como en la reunión del 17-18 de marzo, ante el creciente riesgo de una marcada desaceleración. Esto sería un cambio importante respecto a la guía de tasas estables que emanó de la reunión de enero, cuando el COVID-19 se mencionó tan sólo como un riesgo a monitorear.

En un escenario de alta volatilidad, Jerome Powell emitió un poco habitual comunicado en la tarde del 28 de febrero, indicando que la Fed podría usar las herramientas que posee para apoyar a la economía. De gatillarse mayor estímulo monetario en EEUU, el caso para recortes de tasas en otros países, Chile incluido, tomará más fuerza aún.

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