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Necesario realismo

Felipe Larraín

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Felipe Larraín

El desafío de crecer con inclusión es urgente, inmenso y complejo. Quizás, un reto mayor en nuestros días es aunar criterios, desarrollar buenas políticas públicas y dialogar con argumentos sólidos. Si a ello sumamos una buena dosis de realismo sobre el momento actual de Chile, quizás estaríamos ante la oportunidad perfecta para retomar nuestra senda hacia el desarrollo.

¿Cómo combinar un modelo económico basado en la libertad para emprender con la formación de capital humano, el crecimiento sustentable y la reducción de la pobreza? ¿Cómo tener un sistema de incentivos justo y digno que premie el esfuerzo? ¿Qué sistema de ayudas y subsidios puede ser mejor para los más desposeídos y vulnerables?

Para la inmensa mayoría de los chilenos siempre hay esperanzas de un horizonte mejor, deseos de lograr acuerdos y de que los consejos sean bien recibidos. Es por ello que hoy me permito reflexionar sobre el momento por el que atravesamos.

Confusión, incertidumbre y desaliento son hoy estados de ánimos que bien pueden interpretar a una gran mayoría de ciudadanos. Promesas incumplidas, frenesí por despachar reformas legislativas, falta de claridad sobre las mismas y desaprobación a muchos de quienes ejercen liderazgos políticos son parte del ambiente que nos rodea en estos días. Por ello, siempre es útil analizar la información, meditar y luego hacer propuestas. Este ejercicio, desde la academia, puede resultar algo más fácil que para aquellos que están inmersos en la coyuntura misma.

En las reformas, lamentablemente se ha confundido cantidad con calidad. La necesidad de revisar simultáneamente el marco legislativo de tantas áreas tan importantes de la economía y la sociedad no se entiende sino como una falta de visión estratégica. Más aún cuando el soporte técnico de estas reformas adolece de errores importantes advertidos por profesionales de distintas ideologías. En el caso de la Reforma Tributaria, desafortunadamente el tiempo nos está dando la razón: hay un verdadero frenazo en nuestra capacidad de crecer, atraer inversión y generar buenos empleos. Respecto a la Reforma Educacional, el nivel de confusión es tal que su desaprobación ya supera largamente la aprobación. Nadie duda en la necesidad de mejorar nuestra educación, pero el proyecto del gobierno no se ocupa de algo esencial: la calidad.

Nos queda la anunciada Reforma Laboral (¿o sindical?) de la cual todavía no tenemos certezas, sino solo sospechas. Aún estamos a tiempo de hacer una reforma pro empleo, pro capacitación y pro mujer, con propuestas concretas que tengamos tiempo de debatir como sociedad. Aumentar la productividad de los trabajadores, elevando su nivel de capital humano, es el mejor pasaporte para mejores remuneraciones y mayor bienestar.

Para recuperar la confianza es necesario ser realista y reaccionar. El discurso debe ser consistente con las iniciativas de políticas económicas y sociales. Reconocer errores, calmar las tensiones y enmendar el rumbo por el bien de Chile solo conllevaría nobleza a quien tenga la valentía de dar un giro de timón. Es mucho lo que está en juego. Los costos de arreglar desaciertos profundos pueden ser un lastre para varias generaciones de chilenos que, probablemente, se preguntarán en el futuro cómo nos desviamos tanto si íbamos tan bien encaminados.

Debemos elevar la mirada y hacer un esfuerzo de cara al futuro por generar políticas públicas de calidad que incluyan las necesarias mejoras a la educación, salud, vivienda, empleos, capacitación, y espacios públicos de calidad, siempre velando por la igualdad de oportunidades para todos los chilenos y chilenas.

Los acuerdos transversales –como aquellos que impulsaron don Patricio Aylwin y Edgardo Boeninger- y las políticas de Estado en temas trascendentes no se contradicen con un sistema político moderno y competitivo, ni menos con el legítimo ejercicio de la democracia. Ésta, más bien, se ve fortalecida y legitimada en ese escenario.

Pensar juntos, soñar con un Chile mejor y más inclusivo debe ser un ejercicio recurrente entre todos: autoridades, académicos, representantes del mundo sindical y social, empresarios, estudiantes e investigadores. Todos debemos identificarnos con esta búsqueda incansable de diálogo.

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