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Ontra el agobio

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle C

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Nos consume el frenesí de fin de año, aumentado artificialmente por la fiebre de compras y compromisos sociales. No tiene porqué ser así. Lo invito a organizar su agenda, borrando lo que sobra y espaciando los eventos sociales. Aumentamos las revoluciones hacia fin de año y nos estresamos innecesariamente. El Adviento bien vivido, es un muy antídoto contra ese agobio.

La fiesta de Navidad requiere de paz y serenidad, para vivirla bien. Otro tanto con el cambio de año, para comenzar con el pie derecho el 2017. El Adviento invita a elevar la mirada a lo trascendente, dentro del ajetreo y calores de fin de año.

El Papa Francisco nos recuerda cómo debemos vivirla: “La Navidad suele ser una fiesta ruidosa. Nos vendría bien un poco de silencio, para oír la voz del Amor”.

Reencantemos la Navidad con lo que le es propio. Decidamos nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en el alma. Cada elemento del pesebre toma así sentido, para que no sea una preparación mecánica a una celebración familiar más. Es muy significativo que Jesús haya nacido pobre, en un establo, rodeado de pastores y animales. Una invitación a redescubrir lo esencial en la vida y no quedarse en lo periférico.

Somos el mismo pesebre, cuando nos hacemos pobres para enriquecer a todos y acoger a Dios en nosotros. Navidad es anuncio de que la paz, la alegría y la unidad no son una utopía sino una realidad.

La Iglesia organiza para este tiempo la “caja de Navidad”, como una forma de compartir la alegría de esta fiesta. Que no quede ningún chileno sin recibir un regalo en Nochebuena.

Además, si llena la caja en familia, será un elemento pedagógico importante para los hijos, sobre todo niños, para que descubran que esta fiesta no es solo recibir, sino sobre todo dar. No hay parte de este tiempo de Adviento, de la celebración navideña, en la cual no podamos vernos reflejados. Seamos un pesebre vivo, presencia del Señor que llega a iluminar el mundo.

La Navidad somos todos, cuando humildes y conscientes, recibimos en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruidos ni aparatosidad, con una sonrisa de confianza en la contemplación interior de una Navidad perenne que hace que Jesús nazca en uno.

No hay Navidad sin Jesús. La mejor preparación para ella será colocarlo a Él en el centro, a su espera; recordar que nacerá para todos, para regalarnos su paz y alegría.

Que estas semanas de Adviento nos abran al misterio de Belén, de la Vida que se nos regala en el pesebre. Todos están invitados. No se reste de la fiesta.

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