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COLUMNA

En los últimos meses la contingencia nos ha llevado a una aceleración de la transformación digital sin precedentes en todos los ámbitos de nuestras vidas. Hemos cambiado la manera en que hacemos las cosas y en que trabajamos, y el acceso digital nos ha permitido a una gran cantidad de personas continuar con muchas actividades diarias y experimentar una nueva forma de relacionarnos.

Las empresas, por razones obvias, han sido las que han reaccionado más rápido y se están viendo forzadas a acelerar sus procesos de reconversión tecnológica para poder entregar servicios a distancia, seguir vendiendo a través de plataformas de e-commerce y atendiendo la gran demanda de consultas o reclamos derivados del aumento del comercio electrónico. Como contraparte tenemos al Estado, que además del desafío sanitario, económico y social derivado de esta crisis mundial, ha tenido que enfrentar el desafío adicional de hacer funcionar una gran máquina con funcionarios trabajando de manera remota y servicios públicos abarrotados de gente, a pesar de la recomendación del distanciamiento social, porque no existe la forma de hacer muchos de los trámites online o la gente no tiene acceso a hacerlos.

Aunque hemos avanzado en la transformación digital, aún existe una importante brecha que como país d

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