Padre Hugo Tagle

Abusos

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 19 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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Una serie de escándalos tanto en el mundo económico como en el político nos ha golpeado en estas semanas. Ellos tienen un común efecto: aumentar la sensación de abuso, la comprensible indignación, que embarga a la gente de a pie. A esto se suma que, de acuerdo a una encuesta de Sernac, un 77,4% de la población asegura que sus derechos alguna vez no han sido respetados como consumidor. Vale decir, tres de cuatro personas se han sentido pasadas a llevar o abusadas. Quizá no sea así, pero lamentablemente en esto de los abusos pagan justos por pecadores. Sabemos de sobra que "la mayoría" del mundo empresarial y político es "bien portado". Pero hace más ruido quien comete una falta.

En el caso de las irregularidades en las campañas políticas, habrá que dejar a los tribunales hacer su trabajo. Pero es tarea urgente ordenar un tinglado legal que, a simple vista, se muestra insuficiente para evitar abusos o actos abiertamente delictuales. Aquí, todo el mundo político sale perjudicado, dado que el ciudadano corriente no tiene porqué endosar los delitos a una tienda y dejar libre de polvo y paja a la otra. Ni hablar de que, porque pillaron a unos, el otro lado es un dechado de virtudes. Las sombras de duda cruzan todo el espectro y eso le hace mal a la democracia.

En el orden de los abusos económicos, otro tanto. Quizá llegó la hora de aumentar las penas a los delitos económicos, como en EEUU, donde son muy severas. Será un buen elemento disuasivo. Pero no basta. Los mismos gremios empresariales y comerciales deben ser los más severos fiscalizadores. Peor que el abuso y las trampas de unos pocos es ese cierto aire de complicidad, que vuelve el delito aún más peligroso y tóxico.

La sanción social debe ser más severa, regalando así a la ciudadanía la convicción de que las condenas no son simples aspavientos momentáneos sino que brotan de una indignación sincera ante el mal cometido. Le escuché algo así al presidente del gremio de los empresarios: "al honesto, aplausos; al sinvergüenza, ¡sinvergüenza!". Sin dobleces o frases dulzonas. Así como se aplaude y apoya el sano emprendimiento, también se debe corregir y castigar la mala acción.

Hay que crecer en virtud. No se puede hacer el bien por temor al castigo sino por la conciencia de que es lo mejor para la sociedad y para uno.

Cuando se pierde el sentido de la trascendencia, cuando falta sentido religioso de la vida, se cometen fechorías más fácilmente. Comience el año con Dios. Y verá que vivir virtuosamente, hacer el bien, le resultará mejor y encontrará mayor sentido a su vida. Al final del día, el bien vale más la pena que el mal.

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