Padre Hugo Tagle

Bajo las cenizas

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 21 de abril de 2014 a las 05:00 hrs.
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Las dos tragedias que ensombrecen y enlutan a nuestra patria, el terremoto en el Norte y el incendio de Valparaíso, dejan en evidencia la pobreza oculta tras construcciones de tabiquería de yeso prensado y cajas de cartón.

Lo del incendio fue una crónica anunciada. Valparaíso es candidata segura a sufrirlos debido a su particular geografía. Los changos, pueblo pescador que habitaba esa zona antes de la llegada de los españoles, la llamaba Alimapu, que significa “tierra arrasada por el fuego”. ¿Las razones? Las fuertes ventoleras, altas temperaturas y humedad del aire. El famoso 30/30/30 en la jerga bomberil. Y los changos no disponían de los avanzados artilugios de medición con que contamos hoy. Y justo ahí se plantó nuestro puerto principal.

Seamos honestos: el incendio es resultado de una completa irresponsabilidad que se ha ido acumulando con el paso de los años. La negligencia, la falta de voluntad política para hacer los ajustes y tomar medidas tan obvias como urgentes, transformaron a la zona incendiada en un polvorín siempre a punto de estallar. Hasta que reventó. Cedimos a la tentación de una floja y mala planificación urbana, a los cantos de sirena de un crecimiento rápido pero desordenado. La culpa no es de quienes poblaron esos cerros. “Los pobres no elegimos donde vivir”, fue la respuesta de una mujer ante la pregunta de un periodista radial de por qué vivía en un lugar tan peligroso.

No, los pobres no son los culpables. El resto de la sociedad, que contemplamos el incendio en HD por los medios de comunicación somos los culpables de que situaciones indignantes se perpetúen. Hemos jugado a la política de la avestruz mucho tiempo. Es hora de tomar el toro por las astas y abordar el tema de la extrema pobreza, esa misma encubierta en mejoras de acrílico y alimentada con todo tipo de artefactos eléctricos para engañarnos con la idea de que estamos a un paso del desarrollo.

Acabar con estos campamentos vergonzosos no es caridad o filantropía. Es pura y llana inteligencia. Ganaríamos todos. ¿Cómo no va a ser más inteligente tener un puerto hermoso, ordenado, pujante? Aprovechemos esta tragedia para rediseñar la ciudad portuaria; pensar, por fin, en una ciudad-puerto decente, donde la gente viva feliz, se pueda trabajar tranquilo y se posibilite su desarrollo integral.

A ver si aprendemos de este nuevo costalazo. Y mis agradecimientos y aplausos a Bomberos de Chile. Un ejemplo de dedicación, generosidad y valentía. Ojalá semana santa haya servido para rezar y reflexionar sobre el Chile que queremos. ¡Qué Dios bendiga a Valparaíso!

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