Padre Hugo Tagle

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Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 7 de diciembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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El 8 de diciembre es un pequeño punto de inflexión al término del año. Normalmente, es el fin del semestre escolar, hora de graduaciones, entrega de notas, exámenes atrasados o finales. Para los universitarios, comienzo de pruebas y entrega de trabajos. Poco de eso habrá ahora. Muchos adelantaron el cierre de clases o continuarán a tropezones y con grandes esfuerzos en este año kafkiano, en que cada día es una suerte de improvisación y cultivo del sueño de que, ahora sí, esta pesadilla termina. Pero bueno, “lo que no nos mata, nos hace más fuertes”.

El aviso de la llegada de la vacuna ¡por fin! da motivos para estar optimistas. Así y todo, no podemos bajar la guardia. Como sea, el mundo cambió y para siempre. No podemos ser los mismos tras esta pandemia. Hemos aprendido dolorosamente que debemos ser otros, mejores, si queremos continuar viviendo en éste, el único mundo que tenemos.

Celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción, una de las fiestas marianas grandes. En un año normal, es fecha de peregrinaciones a Lo Vásquez y al San Cristóbal, que este año no serán posibles por la pandemia. Pero se nos regala un día de una merecida pausa para rezar, para estar con Dios, con uno mismo, preguntarnos qué hemos hecho bien o mal. Para hacer un buen propósito de cara al resto del año, sobre todo, en vísperas de Navidad.

Ha sido un año de anhelos. Anhelos de paz, de encuentro, de concordia, de unidad y justicia. Es notable que en todas las encuestas públicas destaca el deseo de la mayoría de los chilenos por unidad, tolerancia, acuerdos del mundo político. Esto figura siempre como primera o segunda intención: que nos entendamos mejor y que se llegue a acuerdos.

¡Qué lástima que parte del mundillo político esté tan desconectado de la realidad! Buena parte de las tensiones sociales que hemos vivido se las endoso a los diputados, a esos que no tienen nada que perder, ya que cuentan con un escaso apoyo. Es de esperar que hayamos aprendido la lección y subamos las exigencias en las próximas elecciones. Tarea pendiente.

En fin, celebremos a la Virgen. Ella sí cuenta con un transversal cariño de los chilenos. Supera fronteras religiosas y sociales. Hace un año, Chile se consagró a ella, pidiéndole por paz, tolerancia, mayor justicia y solidaridad. Renovemos ese propósito. Ha sido un año duro. Quien tiene un cable hacia la eternidad, hacia el cielo, cuenta con un asidero seguro, sabio, sólido, fuerte. No decepciona. Hemos experimentado nuestra fragilidad, que no tenemos el timón de la barca. Recurramos al cable.

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