Padre Hugo Tagle

Integración en la ciudad

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Martes 17 de julio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Padre Hugo Tagle

Escribo esta columna desde la Universidad de Columbia, donde fui invitado por su capellán. Llevo ya algunos meses aquí en Manhattan, la Gran Manzana, la capital del mundo. En fin, no pretendo extenderme sobre lo fascinante de esta ciudad. Sólo una referencia a una de sus riquezas: la diversidad de su gente. Nueva York, sus cinco barrios, es el sector del planeta con mayor diversidad de culturas. Se hablan ¡200 idiomas! Y esa riqueza se debe a lo abierta, diversa, a la conciencia de integración que ha desarrollado desde su fundación.

Y hablo de esto a propósito del proyecto del alcalde Lavín de construcción de viviendas sociales en la comuna de Las Condes. La integración hay que buscarla conscientemente. Si no, no se da. La misma Universidad de Columbia “intensiona” y promueve la integración y diversidad de los planteles de alumnos buscando estudiantes de los más diversos orígenes. De ahí que las minorías siempre tendrán un lugar aquí. Es un bien que redunda en una riqueza para el conjunto. Todos ganan.

Lo mismo en los barrios “integrados”. La integración, la cultura del encuentro, destruye muros, derriba prejuicios, disipa temores, aumenta las confianzas y conocimiento del que pensábamos extraño, pero resulta que es uno más, que nos aporta y enriquece. Aprendemos más de quien es distinto que de aquel que es igual.

Y hablo desde la experiencia. Crecí en La Florida, cuando buena parte de la comuna era casi campo. Pero en la cuadra convivían muchas familias distintas. Algunas con muchos medios económicos y otras de escasos recursos. Como lo sigue siendo en parte en Lo Barnechea, o algunas partes de Chicureo o Buin. Es cierto que ahí se ha dado en forma natural y no “forzada”. Pero no importa. Insisto. Debemos buscar y potenciar la integración en una ciudad muy atomizada, en que convivan las diversas culturas propias de una gran ciudad.

Recuerdo a la madre de un universitario. Su hijo salió de un colegio del barrio alto. Me contó que su sueño había sido siempre “entrar en la UC”. Pues bien, logró entrar, con un gran número de compañeros de colegio. Pero, como me dijo su madre, en todos los años de estudio ¡no invitó a su casa a ningún compañero que no hubiera sido de su colegio! ¡Pasó cinco años en la UC y casi no conoció a nadie más! ¡Sólo a los de su barrio y colegio! Se juntó siempre con... “los de siempre”. No sé de qué le sirvió ir al campus San Joaquín. Pudo haberse ahorrado la plata y estudiar por internet desde su casa.

¡Felicitaciones, alcalde Lavín! Decisión valiente para integrar y derribar prejuicios y barreras.

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