Padre Hugo Tagle

La verdad nos hace libres

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 9 de marzo de 2015 a las 04:00 hrs.
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Los bullados casos Penta y Caval han tenido a buena parte de la opinión pública con los ojos y oídos puestos en los tribunales. La madeja pareciera complicada de desenmarañar.

En fin, para poner paños fríos y no hacer leña del árbol caído, diré lo obvio: resulta peligroso e injusto adelantar juicios en estas materias y lo mejor para todos es dejar que los tribunales hagan bien su trabajo. Hay buenos abogados por ambas partes, por lo que no hay que temer malas defensas o injusticias.

Así y todo, podemos adelantar algunas lecciones. Lo primero, es hora de valorar mejor a la gente honesta, que es la inmensa mayoría de los chilenos. Quizá los mismos implicados en ambos casos. No lo sé. Para eso están los tribunales. Como sea, es hora de valorar más a quienes cumplen con la ley.

Cerca de la universidad hay un negocio chico que vende sánguches a la hora de almuerzo. Muchas veces me compro uno allí (soy de lo que apoyan a las pymes). El dueño del local religiosamente da la boleta. Y se las da a todos, sin regateos. Felicitaré al dueño del boliche por cumplir este santo deber ciudadano: contribuir con parte de su trabajo al bien de todos. Aunque, la verdad, por hacer el bien no se debe felicitar a nadie. El ser bueno no es meritorio. Hay que felicitar los hechos heroicos, cuando los haya.

Es como cuando alguna gente dice: "doy trabajo" y paga malos sueldos, no paga las imposiciones o dilata sus compromisos laborales. ¡Bien que dé trabajo, pero cumpla las leyes! A propósito de esto, me acuerdo de un alumno que me dijo, a modo de justificación: "Pero, profesor ¡he venido a todas sus clases!". Como si yo tuviese que darle las gracias.

Pero bueno, es cierto que casos como el del almacenero se han ido transformando en ejemplares, por el simple hecho de que empiezan a escasear. Perdón. Como dije antes, no escasean: la inmensa mayoría de los chilenos paga religiosamente sus impuestos y es honesta. Por lo mismo, se debe castigar (o exculpar) a quienes caen en delitos que atentan contra el erario fiscal, vale decir, dinero de todos los chilenos.

Vivimos un tiempo privilegiado. La gente hace 40 años atrás no era más honesta que ahora. Se sabía menos de sus triquiñuelas, que es distinto. No los pillaban. Tantas historias sobre la dudosa procedencia de algunas fortunas llevan a pensar que, la verdad, no todo pasado fue de oro. Los abusos estaban a la orden del día.

La moral cristiana dice mucho sobre la honestidad e integridad en los negocios. Quizá llegó la hora de renovar el compromiso de responsabilidad y honradez. Si se piensa en una nueva Constitución, yo comenzaría por aquí.

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