Padre Hugo Tagle

No le creo

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 18 de mayo de 2015 a las 04:00 hrs.
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Sabíamos que éramos desconfiados. Pero los niveles de recelo cívico llegan a un extremo intolerable. Debemos restablecer las confianzas. Las relaciones humanas se basan en un principio básico: partir de la buena fe del otro y dar confianza ¿Soy un hombre de confianza? ¿Cumplo mi palabra? Empecemos por casa.

Pareciera que nadie le cree a nadie. Y no deja de ser comprensible. Se ha sembrado maliciosamente un aire de recelos frente a las personas, las instituciones, que ha intoxicado la convivencia. El humor pareciera ser lo único serio en Chile. Se le cree más a un humorista que hace burla de los políticos que a quienes me rodean.

Le escuché hace un tiempo al presidente de un gremio empresarial que se estaba enlodando la contribución de su gremio por culpa de dos o tres empresarios que han actuado mal. La verdad, las peores cosas que yo he escuchado contra los empresarios se las he oído ¡a los mismos empresarios! Son los mismos gremios los que hacen leña del árbol caído o hablan mal de los demás. No nos asombremos que se haya extendido una desconfianza en los demás si entre los iguales no se creen.

Es cierto que se perdió el miedo ante el aire de intocabilidad de que gozaban algunos en Chile. Ahora, todos estamos bajo el mismo escrutinio público. Se acabaron las vacas sagradas. Eso es bueno. Pero debemos renovar la confianza en el otro para poder crecer bien como sociedad.

Dijeron los obispos hace unas semanas en un documento a raíz de la pérdida de confianza: "La idea de poseer siempre más y de los derechos individuales que cada uno reclama, ha engendrado una carrera por acceder a mejores condiciones materiales. Tal vez, por lo mismo, en el camino se ha generado agresividad y el "todo vale". En ese proceso descuidamos al otro en cuanto persona y solo priman los intereses individuales y de quienes nos son más cercanos. De este modo, nuestra convivencia laboral, urbana, cívica y mediática tiende a convertirse en una guerra despiadada". Miramos al otro no como compañero de ruta, hermano, socio o amigo. A quien admiramos hoy, puede ser mañana un encarnizado enemigo.

Ha sido muy positiva la exigencia de transparencia. La verdad hace libres. Pero no basta apuntar con el dedo y denunciar los abusos. Hay que castigarlos oportuna y ejemplarmente. Llama la atención la vehemencia con que algunos hablan de "aplicar la ley", pero la sensación ciudadana de que la ley no se aplica sigue siendo alta. Peligroso. El esfuerzo por recuperar confianzas pasa por la aplicación serena y cierta de la ley y el cumplimiento de los compromisos.

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