Padre Hugo Tagle

Para ser felices

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Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 20 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.
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Me llegó por las redes una historia que comparto con ustedes. Un agricultor tenía el mejor cultivo de maíz. Cada año llevaba su producto a la feria de la región donde le daban un premio. Un año un periodista lo entrevistó y se enteró de algo interesante acerca de cómo cultivaba su maíz. El periodista descubrió que el agricultor compartía su semilla con sus vecinos. “¿Cómo puede darse el lujo de compartir sus mejores semillas de maíz con sus vecinos cuando están entrando en competencia con la suya cada año? ¿Por qué lo hace?” Preguntó el reportero. El agricultor le respondió: “Porque el viento recoge el polen del maíz maduro y lo mezcla de campo en campo. Si mis vecinos cultivan maíz inferior, la polinización cruzada degradará de manera constante la calidad de mi maíz. Si quiero cultivar buen maíz debo ayudar a mis vecinos a cultivar maíz bueno también.” Sabia decisión. Así es con nuestras vidas. La felicidad propia descansa en ver felices a quienes nos rodean. Los que quieren vivir y ser felices deben ayudar a enriquecer las vidas de los demás, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Y aquellos que eligen ser felices ayudan a otros a encontrar la felicidad, porque el bienestar de cada uno está ligado al bienestar de todos. Nadie es feliz solo por mucho tiempo. Llámelo poder de la colectividad. Llámelo un principio de éxito. Llámelo ley de vida ¡El hecho es que ninguno de nosotros realmente gana hasta que todos ganamos!

Quien pretenda ser feliz solo sin hacer participar de esa felicidad a otros, se aísla, vive con temores. Es como el cuento del gigante egoísta, de Oscar Wilde. Hasta que éste no compartió la belleza de su jardín, no supo valorar lo que tenía. Recién ahí descubrió, en los niños que jugaban en su jardín, la clave de la felicidad. Debemos pasar de ser una sociedad a ser una comunidad. Una suma de individuos encerrados en su metro cuadrado, no hacen comunidad. Y cada uno potencia lo mejor de sí mismo, cuando convive y se relaciona con otros. Ver felices a quienes nos rodean redunda en una verdadera felicidad personal.

Tristemente, en Chile nos acostumbramos a encerrarnos para poder ser felices. Muchos viven en verdaderas jaulas, cárceles con alambradas y cercos, para defenderse de los demás. Un efecto de la inseguridad reinante, que lleva a desconfiar del otro y no que lo veamos como un aliado, hermano.

Por último, quien se relaciona con Dios y lo incluye más en su diario vivir, es más feliz. Aborda las dificultades con mayor sabiduría y disfruta mejor las alegrías cotidianas.

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