Padre Hugo Tagle

Por una sociedad en paz

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 14 de septiembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Me llamaron la atención los destemplados juicios de algunos políticos y personalidades públicas contra los cardenales Errázuriz y Ezzati a raíz de la filtración de su intercambio de e-mails. Perdieron la oportunidad de mostrar algo de prudencia, sentido común y moderación, ubicar el intercambio de opiniones privadas en lo que fueron: el ejercicio legítimo de opinar sobre lo que les incumbe, el gobierno de la Iglesia. Pero no.

Muchos de ellos se hicieron parte de un triste carnaval de descalificaciones histéricas, donde pareciera que gana quien resulta más ácido, juega al ofendido y lanza una perorata amenazadora que poco y nada contribuye a la paz social, que quiere la inmensa mayoría de los chilenos.


Más irritante resulta aquí el que no se hayan dirigido los dardos contra lo realmente criminal: la filtración de correos privados y su exhibición pública en medios de comunicación. Yo espero que el Colegio de Periodistas diga una palabra de condena contra las formas de hacer noticia, en que se pisotea la dignidad de las personas con tal de vender un par de ejemplares más o lograr un click y comentario anónimo y siniestro al final de la nota en la red.


Nos hemos mal acostumbrado a lo delictual, dándole un aire de ingenio y osadía que no tiene. Solo un par de entrevistados llamó la atención ante algo evidente: "Momento, la filtración de correspondencia privada es un delito". Estas artimañas solo logran ahondar en la desconfianza generalizada que invade al país. El gran perdedor no es la Iglesia. Son aquellos que hacen leña de esto, los mismos medios y los políticos. Ya hoy, mirando el tema con algo de distancia, más de uno debe estar avergonzado por su exabrupto adolescente de la semana pasada.


Nada da derecho a hacernos zancadillas, a jugar al astuto y ver si podemos pillar a alguien volando bajo para darle con el hacha.


Y en relación al contenido de los correos cardenalicios. La verdad el intercambio de reflexiones entre el arzobispo emérito y el titular revela un gran respeto mutuo, un atento cuidado y preocupación de sus deberes para con la Iglesia. Ninguna descalificación o palabra soez. Incluso ninguna referencia a algo que no sea de su incumbencia. Todo esto contrasta sobremanera con el tono de cualquiera de las filtraciones que la prensa nos da comúnmente a conocer de otros personajes públicos.


Y mucho menos se puede desprender una suerte de amparo o complicidad con Karadima. Al contrario. En fin, ojalá se modere el lenguaje público y partamos de la buena fe del otro. Hagamos del mes de septiembre un mes de unidad y concordia. Lo necesitamos.

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