Padre Hugo Tagle

Sayyida

En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 18 de enero de 2016 a las 04:00 hrs.
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El crecimiento y radicalización del autodenominado Estado Islámico, ISIS, obligarán al occidente cristiano a buscar un diálogo que supere y venza la lógica de las armas.

El atentado a las torres gemelas en Nueva York en septiembre de 2001 y luego los provocados en París obligarán a renovar ese esfuerzo y no a atrincherarse en compartimientos estanco, levantando muros entre culturas y naciones, que solo refuerzan los recelos de los grupos fanáticos, que requieren de esta espiral de violencia para subsistir y justificar nuevas atrocidades. No hay que ceder a esa tentación. Estamos obligados a entendernos; a valorar los acuerdos por sobre las diferencias; a un diálogo más fluido con los sectores moderados del Islam, que son mayoría, y abandonar la lógica fácil de las armas y confrontación que a nada conduce. La violencia solo engendra violencia. Sabemos cómo comienza, pero no cómo termina.

Con el Islam, los cristianos y con ellos occidente, compartimos cuna, historia y destino. Somos hijos de un mismo padre en la fe, Abraham. Junto a los judíos, conformamos la tríada de religiones monoteístas. “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente”, dice el Vaticano II. Ellos veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios y honran a María, su Madre (NE 3). En efecto, la llaman Nuestra Señora (Sayyida) y el Corán la nombra más de 33 veces, como una mujer relevante, como “la mejor de las mujeres” (Corán 3,42-43); prototipo de vida de fe, porque creyó en la veracidad de la palabra de Dios (Corán 66,12). La escogida para ser la madre de Jesús, “el profeta de la bondad” como lo llaman los musulmanes con afecto.

El teólogo Fulton Sheen ya hace años llamó la atención sobre el hecho significativo que la segunda aparición de la Virgen, tras Lourdes, fuera en un lugar que lleva el nombre de Fátima, hija del profeta Mahoma. Hoy este punto resulta providencial y luminoso. El Papa Francisco ha visitado ya varias mezquitas y fomenta el diálogo interreligioso como un imperativo urgente.

En la defensa de las ideas, por nobles y justas que se sientan, es siempre mejor comenzar por los puntos comunes antes que por las diferencias. No es desde el recelo, el prejuicio, como crecemos en humanidad y fortalecemos lazos. Principal responsabilidad en una “cultura del encuentro” de la que habla el Papa Francisco, es el papel de los creyentes. Sayyida, “Nuestra Señora”, la Santísima Virgen, constituye un nexo invaluable en ese esfuerzo por la paz entre las religiones, los pueblos, entre todos los hombres.

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