Pilita Clark

Los trabajadores atrevidos se visten cómodos para la oficina

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 10 de febrero de 2020 a las 04:00 hrs.
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Hace unas semanas en Heathrow recogí una copia gratuita de la revista de hombres GQ y pasé varios minutos alegremente hojeando las 27 páginas dedicadas a su lista anual de los 50 hombres mejor vestidos.

Después de leer sobre el elegante príncipe Harry y sobre Keanu Reeves, quien aparentemente es la “deidad de la moda”, descubrí que había una lista aún mejor: los hombres peor vestidos de 2020.

GQ detestaba los trajes de Mark Zuckerberg. Se desesperaba por los chalecos de Donald Trump. David Solomon, el jefe de Goldman Sachs y DJ a tiempo parcial, puede haber relajado el código de vestimenta de su banco el año pasado, pero su atuendo de pista de baile con jockeys y poleras de béisbol todavía se considera un poco demasiado “abuelo en la discoteca”.

Me sorprendió que el hombre que ofendió más a la revista era Dominic Cummings, el estratega jefe del primer ministro británico, Boris Johnson. Decidieron que sus crímenes contra el estilo eran sus “indescriptibles” polerones deportivos, sus chalecos de lana y su tendencia general a “vestirse como un taxista sin licencia”.

Entiendo que las personas en GQ son expertos en este tipo de cosas y yo no. Pero creo que su veredicto sobre Cummings revela una incomprensión sobre las necesidades de vestimenta del trabajador moderno. Aún más desconcertante para aquellos de nosotros inclinados a tener más Gap que Gucci, es difícil ver por qué sus delitos de moda son peores que los de algunos de los hombres que escogieron para la lista de los mejores vestidos.

Los jueces dijeron, comprensiblemente, que sus jeans holgados y sin forma deberían ser prohibidos. Sin embargo, el número 16 en la lista de los mejor vestidos es el rapero, A$AP Rocky, quien aparece en la foto con jeans aún más extraños y más holgados, pero de alguna manera califica como “uno de los que lo está haciendo bien”.

La opinión de la revista sobre el calzado de Cummings también es un misterio. GQ lo muestra con zapatos deportivos que no parecen dramáticamente peores que los de David Beckham (número cuatro en la lista de los mejor vestidos) o LeBron James (43).

Los tres son parte de una tendencia admirable hacia la comodidad que ha ayudado a duplicar las ventas mundiales de zapatillas desde 2013 y aflojar las tediosas reglas de vestimenta desde Wall Street hasta Westminster, y no solamente para los hombres.

Aclamé a la actriz Emma Thompson cuando usó zapatos deportivos para recibir el título honorífico de dama en el Palacio de Buckingham, en 2018. Lamenté cuando Jess Phillips se retiró de la contienda para liderar el partido laborista británico. La diputada siempre lleva zapatos deportivos en la Cámara de los Comunes y había prometido usar jeans si llegaba a ocupar el número 10 de Downing Street.

Pensé en ella la otra mañana cuando estaba dando vueltas en mi armario debido a mi indecisión sobre qué ponerme para un evento de la compañía que iba a transmitirse en vivo a todo el personal. Sabiendo que los hombres a mi lado iban a estar armados con trajes y corbatas, busqué la respuesta proporcionada de una falda estrecha y tacones.

Cuando subí al escenario unas horas después, pensé que una mujer más valiente se hubiera presentado con zapatos deportivos y jeans, lo que me recuerda otro problema con la opinión de GQ sobre Cummings. Degrada un elemento del sentido del vestir que los hombres trabajadores de hoy podrían encontrar útil.

Los códigos de vestir en la oficina tal vez se estén relajando en ciudades como Londres, pero el guardarropa casual de Cummings sigue siendo una fuente de asombro en un lugar como Downing Street.

Esto sugiere que, conscientemente o no, él reconoce el poder de lo que los investigadores llaman el “efecto de los zapatos deportivos rojos”: nuestra tendencia a pensar que las personas que se comportan de una manera poco convencional son más competentes que los conformistas.

El nombre proviene de un estudio realizado por académicos de Harvard que analizó cómo se sentía la gente acerca de un profesor titular en un seminario de negocios con zapatos Converse rojos, o los concursantes en una competencia de negocios que usaban sus propios diseños de PowerPoint en lugar de la plantilla oficial. El documento concluyó que, contrario a la sabiduría convencional, sobresalir en una multitud no causa problemas de forma automática.

En cambio, si alguien tiene la confianza suficiente para usar una polera vieja en un edificio lleno de trajes, nos inclinamos a admirarlos, porque creemos que tienen el poder o la capacidad de arriesgarse.

Cummings parece haber absorbido esta lección y por eso me gustaría pensar que el próximo año, GQ lo reconocerá.

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