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Por un impuesto de sociedades competitivo

Laura Tyson

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Laura Tyson

Es posible que en los próximos meses, la reforma del impuesto de sociedades sea un área de acción conjunta bipartidaria en el Congreso de Estados Unidos, pero todavía subsisten dudas básicas acerca del modo correcto de encararla. Casi todos coinciden en que el impuesto de sociedades estadounidense tiene profundas falencias: el tipo impositivo es demasiado alto, la base es demasiado estrecha, es costoso de administrar y se complica por un sistema de créditos fiscales, deducciones y tratos preferenciales con efecto distorsivo que daña la economía.

A pesar del elevado tipo impositivo, el impuesto de sociedades supone una cuota relativamente pequeña de los ingresos del fisco estadounidense; esto se debe en parte a que una proporción creciente de la facturación total de las empresas (más del 30% en la actualidad) fluye a través de lo que se denomina "entidades fiscalmente transparentes", que no pagan el impuesto corporativo. De hecho, los principales contribuyentes del impuesto de sociedades son unas pocas grandes multinacionales que obtienen más de la mitad de sus ingresos de operaciones en el extranjero.

Estas compañías compiten en mercados globales con empresas radicadas en países que usan políticas impositivas laxas para atraer inversiones, ingresos y externalidades derivadas de las multinacionales. El problema para Estados Unidos es que las economías desarrolladas y emergentes vienen recortando sus tipos impositivos, lo que deja a Estados Unidos (que después de la reforma impositiva de 1986 quedó con uno de los impuestos corporativos más bajos del mundo desarrollado) en seria desventaja.

Hace no mucho, el Reino Unido redujo su tipo impositivo al 20%; esto es la mitad de lo que surge de combinar el impuesto federal y el promedio de los estaduales en Estados Unidos. Y desde 2013, el Reino Unido aplica una tasa especial a los ingresos por patentes, que se irá reduciendo hasta llegar al 10% en 2017. Doce países miembros de la Unión Europea tienen o están implementando regímenes impositivos similares para los ingresos por propiedad intelectual, con tasas del orden del 5 al 15%.

El impuesto de sociedades que fija la ley estadounidense es del 39% en total, más de 14 puntos porcentuales por encima del promedio de la OCDE, y el valor más alto del mundo desarrollado. Estas diferencias afectan las decisiones de las empresas respecto de cuánto invertir, cómo financiar las inversiones y dónde hacer negocios. De modo que la idea de que una reducción considerable del tipo impositivo estadounidense favorecería el crecimiento obtuvo apoyo bipartidario (algo raro en el Congreso estos días). Obama propuso un impuesto del 28%, con un tipo preferencial de 25% para la industria fabril y disposiciones especiales para estimular la inversión en investigación y desarrollo y en energía limpia.

Ambos partidos también coinciden en que los ingresos que se pierdan por la reducción del tipo impositivo se deberían compensar sobre todo con un aumento de la base (lo mismo que se hizo cuando la reforma de 1986). Pero todavía hay serias diferencias respecto de qué tratos preferenciales eliminar y qué actividades actualmente no alcanzadas por el impuesto de sociedades incorporar al sistema.

Copyright Project Syndicate 2015

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