Rafael Mies

Uber ylos patines

Rafael Mies Ph.D. Profesor titular Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE-Universidad de Los Andes

Por: Rafael Mies | Publicado: Viernes 15 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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Resulta sumamente interesante la discusión que se está llevando respecto de las plataformas tecnológicas que crean nuevas realidades económicas a través de modelos basados en la colaboración libre de las personas. Uber, Cabify, Airbnb son algunos ejemplos de estos nuevos modos de emprendimiento y trabajo. Ellos han debutado hace poco tiempo en Chile con ventajosas propuestas de valor para los consumidores pero, curiosamente, tremendamente incómodas para gobiernos y sistemas políticos basados en una administración más centralizada.

El evidente rechazo de la autoridad a estos modelos no está, como sostienen muchos de sus detractores, en problemas tributarios, en supuestas inseguridades a las que están expuestos los usuarios, ni menos en una suerte de competencia desleal frente a los gremios regulados.

La verdad, a mi modo de ver, es que ellos manifiestan la esencia misma del concepto de libertades individuales y desafían la naturaleza más profunda de modelos sociales basados en el control estatal.

Si el objetivo de cualquier Gobierno es el bienestar de sus ciudadanos, no cabe duda que estos nuevos modelos de empresa van en la dirección correcta. Tomando como ejemplo el caso de Uber, ofrecen un servicio de calidad y más barato que la competencia. A ellos se accede a través de plataformas gratuitas, cada vez más disponibles y usadas por casi todos los segmentos sociales. Poseen niveles de seguridad para los usuarios y los mismos oferentes mucho más altos que la mayoría de los tradicionales taxis al identificar previamente, tipo de vehículo, conductor ruta y tarifas y evitar la necesidad de llevar efectivo.

Entonces, ¿por qué tanto problema para aceptar la irrupción de estos nuevos modelos colaborativos?

En primer lugar, por la evidente presión que sectores más regulados y protegidos como los taxistas ejercen. Todo grupo que se moviliza es un problema para un Gobierno que ha hecho de las minorías una bandera de campaña. En segundo término, porque toda vez que hay gente capaz de asegurarse un bienestar personal con independencia del Gobierno de turno pierde fuerza el clientelismo oficialista, fuente importante de votos para una eventual reelección. Por último, y lo más preocupante, porque ellos desafían directamente los sistemas con fuerte presencia de sus instituciones en los distintos quehaceres de la vida humana

Con Uber se repite nuevamente la disyuntiva de Eyzaguirre, si quitarle los patines a los que van más rápido o ponerle los patines a los que se van quedando atrás.

Para aquellos que creen que es el Estado el que debe poner las reglas del juego, y así controlar la actividad económica, estos modelos son exactamente su antítesis pues “escapan” a su control. Pero, para aquellos que entienden el rol subsidiario del Estado, que solo interviene en aquellos aspectos importantes donde los privados no quieren ni pueden, Uber y otros modelos colaborativos son una gran noticia.

Por último, lo más interesante de esta discusión es que nos muestra con meridiana claridad que, cuando la ideología de turno está cuestionada, es más importante quitar patines que promover el beneficio social o el mayor bienestar del ciudadano corriente.

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