Rafael Rodríguez

La visión de un laico

Sin lugar a dudas los escándalos de abusos sexuales que han impactado a la Iglesia son probablemente los más fuertes que ha debido enfrentar en toda su historia en Chile.

Por: Rafael Rodríguez | Publicado: Jueves 7 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
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Sin lugar a dudas los escándalos de abusos sexuales que han impactado a la Iglesia son probablemente los más fuertes que ha debido enfrentar en toda su historia en Chile. En el presente en toda reunión social el tema de los escándalos, de los abusos y del proceder de la jerarquía domina las conversaciones y tiene tanto a moros como cristianos sorprendidos y en no pocos casos con rabia y rechazo de la Iglesia como si ésta fuera responsable de todo lo ocurrido. El ver los blogs asociados a las noticias del tema da mucha pena, hay mayoritariamente rabia, burla y una que otra opinión compasiva, una entre veinte quizás.



Es posible temer que los casos ya conocidos no sean los últimos que aparezcan a la luz pública y que, por lo tanto, este tema y la condena subyacente permanezcan presentes por mucho tiempo, que sus consecuencias se extiendan a otros ámbitos, como las reparaciones civiles y que nuestra iglesia quede paralizada y agobiada por un largo tiempo, perseguida por causas civiles y miembros o ex -miembros de la iglesia siendo procesados por causas penales y la imagen de la venerable institución creada por el propio Jesús empañada y enlodada afectando su misión encomendada y alejando a fieles y a creyentes.

Desde la humilde perspectiva de un simple laico, en esta difícil situación el mejor camino es el de aplicar las palabras de la carta de monseñor Ezzatti del fin de semana, hasta sus últimas consecuencias. En la oscuridad de la situación, iluminar con la luz de la verdad.

Un posible camino para ello es que la Iglesia tome una postura activa en vez de reactiva, formando un equipo de investigación que revise todas las denuncias que se hayan hecho en los últimos veinte años, investigándolas a fondo y en conciencia aplicando las medidas que corresponda, incluso denunciando a la justicia aquellos casos que constituyan delitos, como también en esa misma conciencia exonerando a aquellos que injustamente hayan sido denunciados, así sea que se caiga el mundo.

Al proceder de esta forma, la iglesia actuaría conforme a las palabras de su pastor, buscando la verdad sin restricciones, marcaría una diferencia con la forma como se abordaban estos temas en el pasado y ayudaría a liberar de la sombra generalizada de sospecha que hoy existe sobre la cabeza de la inmensa mayoría de los buenos religiosos y religiosas.

Al actuar así se puede poner un punto final en las sospechas, se puede decir que se hizo el trabajo con acuciosidad, se pueden instaurar mecanismos de atención de consultas y denuncias y se puede actuar en consecuencia para dar garantías a la comunidad de que la iglesia va a tratarlas con la mayor diligencia, reserva y energía. Finalmente, se daría un mensaje a los malos pastores que en la Iglesia no se amparan comportamientos desviados, que en el terreno de las ofensas a los fieles, a los niños, son responsables de sus actos y que la Iglesia va a investigar cada denuncia y va a solidarizar con las víctimas en el caso de que prueben ser verdaderas.

Sería destacable que la Iglesia asumiera un papel de liderazgo pro activo en el tratamiento de esta extraordinariamente difícil situación. Con su autoridad moral una exhaustiva revisión de denuncias permitirá aislar los problemas de ciertas ovejas descarriadas de la inmensa mayoría de buenos servidores del Señor y se va a recuperar en parte la confianza perdida en Chile.

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