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Reflexiones sobre el TPP

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El TPP (Transpacific Partnership) es una negociación de gran relevancia, con repercusiones globales, regionales y nacionales. Urge, por tanto, un esfuerzo de información y de transparencia, más aún cuando el balance costo-beneficio no es claro. Direcon podría aportar un documento sobre eventuales costos y beneficios, explicitando las “líneas rojas” en la negociación.



Chile tiene TLC con todos los integrantes del TPP, por lo que las ganancias en acceso a mercado serán marginales. Con EEUU, en 2015, tendremos desgravación plena de todo el comercio y sin cuotas, con excepción del azúcar. El lobby norteamericano hará que el azúcar siga excluida. Tampoco se eliminará el antidumping ni las distorsiones agrícolas (subsidio a exportaciones y apoyo interno). 
Un beneficio del TPP sería la acumulación de origen. Resta conocer qué tan restrictivas serán las reglas de origen acordadas y cuáles las excepciones a esa acumulación. Para aprovechar dicha acumulación de origen se requiere mayor diversificación productiva y exportadora y eso no se logrará sin mayor convicción en las políticas de clusters y de apoyo tecnológico.

Con el TPP, EEUU inicia negociaciones con nuevos socios (Brunei, Malasia, Nueva Zelanda y Vietnam) y renegocia sus TLC vigentes con varios países (Chile, Perú, Canadá, México, Singapur y Australia). En nuestro caso, un piso de la negociación debiera ser preservar los logros del TLC, tanto en los beneficios de acceso y en otros temas como en las líneas de defensa que se establecieron en propiedad intelectual, disputas inversionistas-Estado, balanza de pagos, servicios financieros, entre otras.

Si esas “líneas rojas” no se preservan, se afectarían las atribuciones del Banco Central para controlar flujos de capital especulativo o enfrentaríamos una relajación en los requisitos para la instalación de bancos extranjeros, afectando las regulaciones macroprudenciales, la solidez del sistema financiero y acentuando su vulnerabilidad ante eventuales crisis futuras.

Otras “líneas rojas” en el TLC fueron la reserva cultural (programas de apoyo y subsidio a la industria cultural, libro, educación, cine, radio y TV); en salud pública, se mantuvo el alcance de las licencias obligatorias y de las importaciones paralelas en los medicamentos, favoreciendo un acceso más universal y de menor costo a la salud. Se logró un equilibrio entre los derechos de autor y del productor, evitando limitaciones en el acceso a Internet, en el acceso a programas de código abierto, en las medidas tecnológicas de protección, así como compromisos excesivos en patentamiento de plantas y protección de obtenciones vegetales.

Si de modo generalizado se consideró que el TLC con EEUU fue una buena negociación, no se entiende porqué sería necesario renegociarlo ahora. Menos aún cuando no se conoce la nueva ecuación costo-beneficio.

Antes de la crisis subprime, originada en EEUU, se nos decía que “los mercados financieros son eficientes y racionales, por tanto se autorregulan”. Este ideologismo reaparece en estas negociaciones, tratando los flujos financieros con las mismas condiciones de acceso irrestricto que los flujos de bienes. A esto siempre se ha opuesto el profesor Bagwhati, férreo defensor del libre comercio y partidario de las restricciones a los flujos de capitales, por su volatilidad y carácter desestabilizador.

Algo parecido acontece en propiedad intelectual. Dos intentos legislativos, el SOPA (Stop Online Piracy Act) y el PIPA (Protection Intellectual Property Act) fueron frenados en 2011 por la movilización de la sociedad civil norteamericana. Esos proyectos sólo están postergados. Sería bueno asegurarse que ninguna de esas tendencias que coartan libertad de expresión y las innovaciones en Internet estén presentes en los borradores del TPP. En un mundo donde prime sin cortapisas la lógica del beneficio y la apropiabilidad individual, no hubiesen sido posibles Internet, Apache (páginas web), los softwares libres, Google ni Wikipedia. En innovación, la tendencia es operar en línea, con programas de acceso abierto y utilizando Internet como un espacio de colaboración creativa. Es de esperar que esta negociación del TPP no nos restrinja el acceso a estas oportunidades.

Si para Chile, México y Perú el objetivo del TPP es mejorar su vínculo con China, les sería útil conocer el debate chino al respecto. Comprenderían que si bien “todos los caminos conducen a Roma, no todos conducen a Beijing”.

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