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Reforma a la reforma… ¿Dos veces con la misma piedra?

Rafael Ariztía Socio MFO Advisors

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Rafael Ariztía

Cuando se discutía la reforma tributaria de la Nueva Mayoría, muchos advertimos que se trataba de un nuevo Transantiago en ciernes. No era difícil darse cuenta, ya que seguía el mismo patrón. Un conjunto de "expertos" encerrados entre cuatro paredes haciendo supuestos y armando un gran diseño que sería el "primer paso en la construcción de un nuevo Chile", como señaló Alberto Arenas tras su aprobación.

Ante el desastre y con el ánimo de lograr un mal menor, la oposición se sentó a la mesa de un barco que sabía iba directo contra las rocas, y pactó algunas mejoras para las pymes y un sistema alternativo del gusto de los gremios empresariales: el hoy santificado sistema parcialmente integrado.

Pero al igual que en el Transantiago, la realidad es porfiada y hoy nos enfrentamos a la discusión de la reforma a la reforma o, como prefiere el ministro Valdés, la "introducción de perfeccionamientos técnicos".

¿Y que nos proponen ahora? Algo maravilloso... A pesar del fervor con que se defendió la introducción del sistema de renta atribuida, los mismos "expertos" del Ministerio de Hacienda se han dado cuenta que la solución es extender lo que se cocinó entre gallos y media noche entre el ministro Arenas y las organizaciones empresariales: es decir dejar el sistema parcialmente integrado como el sistema general de tributación.

Lo anterior podría ser para la risa, si no se tratara de algo tan grave. El prestigio de país serio que Chile se ha ganado con esfuerzo está siendo dilapidado en forma vergonzosa a través de la improvisación permanente. Si bien el ministro Valdés ha dado un paso importante en lograr consenso entre los suyos de que la reforma tributaria fue un desastre que requiere reparación, tiene la gran oportunidad y el deber de demostrar que el gobierno aprendió la lección. Por ello resulta preocupante el apuro por saltar a las conclusiones y, aún más, sus declaraciones en la línea de que aquellos que sugieren cambios más sustanciales se estarían "avivando". La soberbia no es buena consejera, su antecesor puede dar fe de ello.

Pero vamos al fondo del asunto. Dejar el sistema parcialmente integrado como el régimen de facto no es una buena idea. Basta entender su origen para darse cuenta que servía a las grandes empresas para mejorar su posición frente a la propuesta original, pero no necesariamente es bueno como sistema para todos. Y la razón es simple. El sistema es regresivo, porque el castigo de 35% del crédito por el impuesto pagado en primera categoría afectará de manera directa al bolsillo de los pequeños empresarios, que realizan proporcionalmente mayores retiros de sus empresas, porque los necesitan para vivir. Por el contrario, las empresas grandes pueden darse el lujo de repartir menos dividendos, y así evitar el castigo en el impuesto personal de sus controladores.

Así, se le suben los impuestos a los pequeños empresarios y se vuelven a abrir nuevas formas de arbitraje tributarios. Y con ello el principio básico de la equidad horizontal (a iguales ingresos, iguales impuestos), termina yéndose al basurero.

Es entendible que en el ánimo de reducir la incertidumbre imperante, el ministro Valdés quiera zanjar este tema. Pero es importante que no lo haga desde un diagnóstico equivocado. No cabe duda que la reforma tributaria generó inseguridad por lo débil de su diseño, pero lo hizo aun más por la forma en que fue tramitada y aprobada.

Es la forma detrás de la reforma lo que causa mayor incertidumbre. Ese ánimo de avanzar sin transar, de tratar de "construir el nuevo Chile" a través de un cambio tributario. Por ello, lo primero a desechar es el "wishful thinking" como diría la Presidenta, de que una "simplificación" de la reforma tributaria traerá un alivio instantáneo y un retorno de la inversión. Lamentablemente, el tema es más complejo.

Como consecuencia, más que prometer cambios rápidos, lo que se requiere es humildad para reconocer que habrá que mejorar todo el diseño, donde probablemente lo mejor sea volver a un sistema único totalmente integrado, que no castigue a aquellos que por vivir de su actividad empresarial, requieren retirar las utilidades que sus empresas generan. La oportunidad de arreglar el desastre es ahora, no la desaprovechemos.

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