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Sexo

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 30 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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“Sexo” deriva de un verbo latino que significa “cortar, separar”. Como su acto propio es unir y fusionar, abundan los intentos de comprender tan extraña etimología. Tal vez se remonte a la narración del Génesis, donde Dios anestesia a Adán y quirúrgicamente le extrae una costilla que llegará a ser su esposa Eva, “hueso de mis huesos y carne de mi carne, que se llamará varona, porque del varón ha sido tomada”. Corte, separación pero en vistas de una perfecta unión y fusión: “por eso dejará el varón a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.

Cualquiera sea su etimología, el sexo es un instinto, apetito y pasión que cualifica hondamente a la persona y desempeña una función vitalmente necesaria para la sociedad. La virilidad presupone y a la vez capacita al varón para el emprendimiento creativo y tenaz, dotándole de fortaleza combativa, inteligencia inquisitiva, responsabilidad directiva. Cualidades, potencialidades naturales que se complementan sabiamente con la receptividad afectiva, la inteligencia emotiva, la proyección y previsión imaginativa propias de la femineidad. Cuando el varón y la mujer se “conocen” como tales y se abren para darse y recibirse mutuamente, su unión sexual se convierte en signo expresivo, creativo y asegurativo del milagro de una nueva vida. La naturaleza responde a esa unión sexual que ella misma ha propiciado, incentivándola y gratificándola con una sensación placentera. Ella sabe bien que tras ese episodio de éxtasis y complacencia, profundo en la conmoción pero efímero en el tiempo, sobrevendrá probablemente una nueva creatura, que desde su concepción hasta su autonomía etaria quedará sujeta a la responsable tutela corporal y espiritual de quienes la engendraron. No se equivoca, la naturaleza, cuando se vale del placer sexual como incentivo para asegurar la ulterior asunción de las responsabilidades consiguientes. Quien se equivoca es aquel que, pretendiendo torcerle el brazo a la naturaleza, elige y exalta el placer de la sexualidad como un fin en sí mismo, y busca disociarlo por completo de las cargas natural y jurídicamente asociadas a su ejercicio y disfrute.

Siendo, el sexo, un instinto, apetito y pasión, queda sujeto a las leyes generales que regulan el templado y racional ejercicio del comer, del beber, de la ira, del deseo, de la alegría, del amor y de la aversión. Instintos, apetitos, pasiones se educan con, en y para un responsable ejercicio de sus objetivos propios. Bien saben, nuestras autoridades, fiscalizar y castigar severamente el solo riesgo del comer, beber, conducir o reaccionar bajo la presión del instinto o apetito ciego. Su obsesión por exaltar y mal educar al irresponsable disfrute de la sexualidad juvenil es una prueba más de su letal desconexión con la naturaleza humana, el derecho preferente de los padres y el sentido común.

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