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¿Socios comerciales o estratégicos?

Andrés Bórquez Doctor en Políticas Internacionales, Universidad de Fudan; Coordinador Programa de Estudios Chinos, Instituto de Estudios Internacionales, U. de Chile

Por: Andrés Bórquez | Publicado: Martes 29 de octubre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Andrés Bórquez

En 2020 se cumplen 50 años de relaciones ininterrumpidas entre Chile y China. Sin duda existen varias razones para celebrar este acontecimiento, entre ellas, la firma del acuerdo de libre comercio en 2006 y su reciente modernización en 2019. En este marco, China se ha convertido en el primer mercado destino de las exportaciones chilenas, y recientemente nuestro país se ha transformado en un importante receptor de inversiones provenientes de allá. Según cifras de InvestChile, los flujos de inversiones pasaron de US$ 310 millones en 2016 a más de US$ 1.800 millones en 2018.

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Este momento histórico también sirve para reflexionar sobre cuáles elementos de las relaciones sino-chilenas no han sido desarrollados y qué oportunidades están sobre la mesa para profundizar nuestros lazos con el gigante asiático. Intentando responder estas preguntas, sugiero dos simples propuestas y un elemento final de reflexión.

Considerando que ambas naciones poseen problemas comunes —como por ejemplo escasez hídrica en algunas regiones, limitaciones energéticas y problemas de contaminación—, la nuestra debiese multiplicar las cooperaciones científicas y el intercambio académico con China, y que estas instancias sean nuevas fuerzas para seguir profundizando las relaciones.

Por otra parte, Chile tiene la oportunidad de posicionarse como un centro de inversiones sofisticadas chinas. En los últimos cinco años se ha observado una política exterior de Beijing más activa en la generación de plataformas tecnológicas y la apertura de oficinas regionales de sus empresas con presencia global. En este contexto, hay una oportunidad para Chile de posicionarse como una plataforma para captar inversiones no tradicionales, las que a su vez permitan la transferencia de tecnología, emplear nuestros profesionales y seguir abriéndonos hacia la región de Asia pacífico y China.

Así, progresivamente Chile se ve enfrentado a la disyuntiva de si debe seguir siendo solamente un socio comercial o quiere posicionarse como un socio estratégico integral de China. Durante 2016, ambas naciones declararon conjuntamente elevar su estatus diplomático a esta última categoría. A pesar de que esto no es un acuerdo vinculante, las asociaciones estratégicas conllevan un marco de cooperación multidimensional y complejo que incluye diferentes ámbitos, como tecnológico, de seguridad y cultural.

En este contexto, cabe resaltar la necesidad de comprender mejor la realidad y las transformaciones que ha evidenciado China, y por ende, es clave seguir fortaleciendo el aprendizaje mutuo e interdisciplinario.

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