Susana Jiménez

Como ranas en la olla

Susana Jiménez Schuster Economista

Por: Susana Jiménez | Publicado: Jueves 15 de julio de 2021 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Susana Jiménez

Susana Jiménez

Así estamos. Como ranas nadando en la olla que se puso al fuego con agua fría, pero que poco a poco se ha ido calentando. Y sin darnos cuenta, puede que sucumbamos en el agua hirviendo.

La temperatura no ha hecho más que subir. Primero fue el estallido, luego vinieron el acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución (aunque la violencia nunca amainó), el plebiscito y las elecciones (con un abrumador triunfo de la izquierda más extrema), y ahora la Convención Constitucional y sus desvaríos.

Imagen foto_00000002

Ya “en la previa” de la Convención habíamos visto -incrédulos unos, asombrados otros- declaraciones de los constituyentes electos que se atribuían depositarios de la soberanía popular (con plenos poderes), lo que luego se plasmó en la adopción del primer acuerdo donde piden la liberación de los presos por delitos cometido durante el estallido.

Nos enteramos también de que una amplia mayoría de los convencionales son admiradores del Estado omnipresente, recelan de la actividad privada, de la provisión mixta de servicios públicos y de la globalización.

En su primera semana de “trabajo” la Convención Constituyente dio señales preocupantes, con procesos poco democráticos, arbitrariedad a la hora de conducir la sesión, alta opacidad y sectarismo. Los temas constitucionales y reglamentarios brillaron por su ausencia, pero sí hubo tiempo para aumentar y repartir cargos, y para elevar el presupuesto.

En simultáneo, vimos reemerger en los debates presidenciales de la izquierda extrema -cuyo acceso al poder no es para nada descartable- ideas que comulgan más con los fracasados modelos de algunos vecinos latinoamericanos que con los países del mundo desarrollado a los que nos queremos parecer.

Es así como están predominando en el ambiente legislativo, constitucional y electoral propuestas que coinciden en expandir el tamaño del Estado, aumentar regulaciones, elevar impuestos y reducir los ahorros para las pensiones. Las palabras crecimiento, productividad y competitividad claramente “no venden”, mientras que se minimiza el impacto en el desarrollo de elevar la deuda pública y la carga tributaria.

Nuestra sensibilidad respecto de la temperatura del agua se confunde además por una falsa sensación de prosperidad: celebramos que el IMACEC creció 18,1% en mayo y que el Banco Central elevó las proyecciones de crecimiento a 9% para este año. ¡Cómo no, si la base de comparación es históricamente baja y entre ayudas fiscales y retiros de las AFP se han inyectado US$ 70 mil millones de dólares a la economía!

¿Será que percibiremos el calor recién cuando se acabe la liquidez, se sincere el deterioro del mercado laboral, se paralice la inversión, se vayan los capitales y se termine de imponer la extrema izquierda? Porque ya no se trata de incertidumbre, sino más bien de una preocupante certeza de que vamos mal encaminados.

La esperanza está en que seamos capaces de saltar a tiempo fuera de la olla. Ayuda para ello la evidencia de que las ideas de la extrema izquierda siempre han demostrado ser malas, porque olvidan que las personas y empresas se mueven por incentivos, y porque pecan de excesivo voluntarismo, lo que redunda en un irremediable fracaso económico, político y social. Esperemos que la centroizquierda y los sectores más moderados destapen la olla -defendiendo principios tan básicos como la democracia, la igualdad ante la ley y la libertad-, para que así no nos cocinemos todos dentro de ella.

Lo más leído