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Tasas negativas: ¿qué nos dicen?

Rafael Ariztía Socio de MFO Advisors

Por: Rafael Ariztía | Publicado: Viernes 8 de julio de 2016 a las 04:00 hrs.
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IImagínese que le ofrecen este negocio. Le pide prestado dinero por 10 años y promete no pagarle intereses y al vencimiento devolverle menos de lo prestado y en la misma moneda. Con seguridad usted pensaría que quien que le ofrece ese negocio no estudió economía o si lo hizo, fue a la misma universidad que los diseñadores del programa económico de la Nueva Mayoría. Pero no. Para sorpresa de todos, el anterior es uno de los negocios más recurrente hoy en el mundo. Cerca del 38% de la deuda soberana de países desarrollados transa con tasas negativas, y el resto lo hace con tasas muy bajas, al punto que los bonos del tesoro norteamericano están transando a sus menores tasas históricas.

Por años, la teoría económica y financiera asumió que las tasas nominales tenían su mínimo en cero. Es decir, que nadie estaría dispuesto a pagar por prestarle su dinero al gobierno o a un banco y sobre ello se construyó la base del sistema financiero moderno. Uno que descansa en que el ahorro presente genera retornos futuros, y por lo tanto siempre habría un incentivo y un beneficio al ahorrar. La situación actual es un cambio radical a este acuerdo básico y tendrá importantes consecuencias.

Pero antes de ir a las consecuencias, vale la pena preguntarse cuál es el mensaje que el mercado entrega al definir esta nueva estructura de tasas, y cuáles son algunas de las razones por las que estamos aquí.

Respecto al mensaje, la conclusión es relativamente directa y compartida por todos: el mercado espera tasas de crecimiento y de inflación muy bajas por varios años. Respecto a las causas, la cosa es más debatida y difícil de detallar en este espacio. Algunos, como Lawrence Summers suscriben que estamos ante una situación de estancamiento secular, producto de una condición estructural de baja propensión de la ciudadanía a consumir y alta propensión a ahorrar. Otros como Ben Bernanke, argumentan que el problema se debe a un exceso de ahorro global, producto de la acumulación de reservas por parte de las economías emergentes durante el boom de los commodities, lo que presionaría a la baja las tasas en todo el mundo. Finalmente, otros argumentan que el bajo crecimiento es consecuencia de la fase de desapalancamiento natural de las familias y países del mundo desarrollado, producto del exceso de deuda que acumularon en los años de boom.

Consecuencias se pueden vislumbrar muchas, pero me centraré en tres. Lo primero es que para un mundo en que todavía hay muchas personas viviendo en la pobreza, la expectativa de un ciclo económico de crecimiento ralentizado es una mala noticia. Los países tendrán menos ingresos y deberán ponderar sus gastos. Algo de esto estamos viendo en las discusiones de gasto desmesurado en Chile a raíz de la gratuidad.

Una segunda consecuencia es que, dado las menores expectativas de retornos de todas las clases de activo, el siempre tan preciado “interés compuesto” pierde atractivo, lo que afecta a quienes ahorran, especialmente a quienes esperan vivir de una pensión. En un mundo en que las pensiones están sub financiadas, y con una población envejeciéndose, las tasas negativas son una mala noticia.

Una tercera consecuencia está relacionada con los incentivos generados. Cuando las expectativas de retornos son bajas y el costo de la deuda también lo es, el incentivo a tomar más riesgo y financiarlo con deuda es insuperable. Esto lleva (y ya lo hemos visto) a mayores volatilidades y a riesgos financieros que serán crecientes. No es por nada que Bill Gross, un famoso inversionista en bonos, señaló hace algunas semanas que la política de tasas negativas “explotaría como una supernova”… el problema es que no dijo cuándo ni cómo.

Por todo lo anterior, en general existe consenso en que el panorama de crecimiento en este ciclo será más adverso que el vivido en los últimos 10 años. Ello nos invita a preguntarnos como se está posicionando Chile frente a un escenario así. Si por un lado somos conservadores en los gastos y promotores de mayor inversión, tendremos la oportunidad de diferenciarnos como lo hicimos en el pasado. Por el contrario, si persistimos en gastar lo que no tenemos, con la esperanza de que el crecimiento futuro nos ayude a pagar la cuenta, nuestro destino no será auspicioso. En el año y medio que queda antes de las elecciones nos jugaremos buena parte de este partido.

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